Buena botella borgoñona de vidrio grueso y cuerpo cilíndrico ancho. Etiqueta moderna e información en etiqueta justo debajo de la cápsula que cubre su grueso gollete. Buen corcho en longitud y grosor apenas bañado en vino.

Visual: rosáceo asalmonado claro tirando hacia piel de cebolla seca, buena y abundante lágrima, limpio y brillante.

Nariz: fruta roja fresca a raudales, cítricos, mineralidad a tope, flores marchitas, hierbas sutiles y un toque vegetal. Buena, compleja y completa nariz (bastante seria para un vino rosado).

Boca: vino fresco y sabroso, goloso, ligeramente cítrico, con muy buena acidez, de buen volumen, media estructura en boca. Se nota incluso un ligero tanino muy suave y dulce. Final medio-largo con esos toques minerales, esa fruta roja, ligerísimo amargor y esas flores por la retronasal que invitan a otra copa.

Un rosado muy serio, muy bien hecho, de excelente presentación visual. Ciertamente tiene un precio (entre 27-30 euros PVP en tienda), elevado para esta tipología de vino en España, pero es un vino en el cuál Bertrand Sourdais da lo mejor de sí para procurar ofrecer un rosado de alta calidad. Diría que, si te lo puedes permitir como capricho, al menos una vez en la vida, merece la pena.

Bonito color piel de cebolla.

Nariz seria, pocos vinos rosados nos recuerdan tanta mineralidad, aromas de fruta roja freca, cítricos, notables toques de flores secas y ligeros herbáceos, muy limpio.

En boca destaca por la frescura, excelente acidez, con una entrada amable que va creciendo en el recorrido de boca, con las mismas notas que la nariz de fruta roja fresca y toques de mineralidad, final largo y placentero.

Aunque pocos somos los que nos atrevemos a gastar alrededor de 25 euros en un rosado, este vale la pena, hay que probarlo.