Conseguir abrir este vino es una proeza sólo al alcance de unos pocos, entre los que no me puedo incluir: hay que tener mucho callo y paciencia aboluta. Al descapsular la botella nos encontramos un corcho que no merece ser llamado por este nombre. De forma milagrosa y gracias a una cápsula a pruebas de vándalos había sellado la botella durante década. Al extraerlo se autodestruyó dejando como testimonio una sospechosa masa arenosa.

De color amarillo muy intenso, dorado, limpio, con fuerte sensación de grosor, lágrimas enormes. Reflejos cobrizos y ambarinos, refulgente.

Aromas de carácter vegetal, infusión de hierbas, tallos de manzanilla, ortiga, hiedra, poleo, té de roca... Un blanco de gran cantidad de registros, extraños, que no dejan de ganar en intensidad y presencia al ir respirando. Hay fruta muy madura sobre un fondo de maderas envinadas y matices de solera, que lo acercan a un rancio tradicional, miel de romero, orejones, acacia, retama de olor. Complejo, diferente, recordando en algunas cosas a algunos viejos Monopole blancos de Cvne de los años 40. Polarizó a todos los presentes. Gustó o no, pero no dejó a nadie indiferente.

En boca nos encontramos un vino totalmente diferente. Muy grueso, glicérico, mantecoso, maduro, con una expresión muy fina en la que dominan las maderas cremosas y unos amargosos de calidad. Reducido, confitado, con vida suficiente gracias a una buena acidez cítrica. Mucha personalidad.

Más información del vino: http://vinosclasicos.blogspot.com.es/2014/01/perelada-1957-blanco.html