Esta opinión es básicamente para los celíacos.
El 27/04/2019 fuimos a cenar 4 personas, de las cuáles 2 eran celíacas. Considerábamos que era un sitio de confianza debido a que en la carta están etiquetados los platos aptos para celíacos y cuando hemos comentado "parecían entender" el asunto. Pues bien, cuando pedimos los platos, las 2 personas celíacas pidieron el revuelto de la casa (pensando que así aseguraban que no hubiese contaminación). Normalmente lo ponen con unas tostas de pan incrustadas pero avisando se soluciona (el camarero apunto con detalle que las personas eran celíacas). Pues cuando nos sirven el revuelto vemos que han añadido gulas (cosa que es relativamente nueva, porque las otras veces que hemos ido no tenían). Acto seguido la pregunta típica, ¿las gulas son sin gluten? El camarero fue a cocina, pregunto y volvió diciéndonos "sin problema, sin gluten". Como también es habitual, no nos fiamos y pedimos ir a cocina a ver el envase. Cuando se le dijo al cocinero que se quería ver el envase, comentó "otra vez!!??". Pues resulta que las gulas tenía harina de trigo. Desconcertados, su respuesta fue "en la caja viene sin gluten"[FALSO], "hemos cambiado de proveedor"... (Decir que una de las personas de la cena había estado la semana anterior y le sirvieron el revuelto y se lo comió).
Nos sacaron otro revuelto, esta vez sin gulas y acabamos de cenar, sin pena ni gloria debido al altercado. Como somos de Santander y nos conocemos todos, vimos al dueño del restaurante y nos dirigimos donde estaba para pedirle explicaciones a lo que respondió con indiferencia "Y qué quieres que haga??"
Conclusión --> Otro restaurante vetado.
Después de picar un par de pinchos en Cigaleña y otro par en Asubio (con mejores sensaciones del primero que del segundo) nos apetecía picotear algo de marisco y nos dirigíamos a La Mulata, sin embargo pasamos por la puerta de este restaurante y decidimos entrar para hacer escala. Ya dentro vimos que los pinchos tenían muy buena pinta y que era la semana del centollo, que tenían en oferta a 18€ el kg, así que pedimos uno. Como nos dijeron que tardaban unos 20 minutos, decidimos sentarnos en el comedor de abajo, amplio y sencillo, decorado con réplicas de cuadros de Goya. Tienen un comedor más formal arriba.
Una vez sentados echamos un vistazo a la carta y vemos que por 55 euros hay una mariscada para dos con el centollo incluido, y a pesar de que siempre pensamos que no existe el marisco bueno y barato (existe el bueno y también el barato), pues decidimos pedirla. De nuevo los 20 minutos de rigor, así que comenzamos con una ensaladilla rusa (5,4€). La ensaladilla está fantástica, buenos trozos de patata y de atún, muy buen comienzo. Al rato llega la mariscada que se compone del susodicho centollo, preparado con sus patas trinchadas y la carne con un chorrito de brandy, unas zamburiñas, langostinos, percebes, gambas y mejillones. El género es de buena calidad y los calibres son correctos, nada excepcional pero todo muy bien apañado para su precio. De postre compartimos una correcta tarta de hojaldre (4,3€).
Carta de vinos simplemente correcta, basada en medio centenar de referencias nacionales, predominando los tintos de Rioja y Ribera y con algunos blancos gallegos y de Rueda a precios correctos por lo general. Pedimos el albariño Martín Códax (15€), que si bien no es la releche pues tampoco es un mal vino ni mucho menos. Copas correctas y servicio amable, nada especial pero al final siempre atentos.
Estamos ante un restaurante de esos que no destaca en nada pero del que salimos satisfechos con arreglo a lo que pagamos, marisco de buen nivel, una ensaladilla muy rica y un local de líneas sencillas y agradable, no es el sitio que recomendaríamos para comer mejor en Santander pero hace su función, la RCP es buena y no se come mal del todo. Correcto.