Thalassa y su cocinero y dueño Vicente (el del Thalassa) alcanzaron fama y renombre por ser de los primeros restaurantes en sumarse a las corrientes que luego tanto auge han tomado. Me refiero a lo que se ha venido a llamar la cocina de proximidad, los menús de temporada, el producto ecológico, etc. Años dorados y proliferación de valoraciones en este portal que quedaron atrás. Vicente y su mujer lo dejaron y fue Miguel, un chaval del pueblo que estuvo trabajando con él, quien tomó las riendas del local junto a su pareja.
Con gran pena recibimos la noticia al final de la cena que no pueden seguir adelante y que el cierre es inminente. También nos cuentan que, afortunadamente, él ya cuenta con un trabajo para el futuro en uno de los locales con más pegada en la capital levantina. Mucha suerte para ellos pues apuntan buenas maneras tanto él en los fogones como ella en sala.
Tomamos el menú corto con dos entrantes, principal y postre por 26 €.
- Aperitivo de la casa: Croquetas de tinta de calamar: Contundencia sápida en un bocado magistralmente ejecutado y presentado.
- Salmorejo con helado de queso de cabra: Riquísima la crema/sopa y potencia desmesurada en su acompañante. En mi humilde opinión, demasiado intenso el sabor del queso que no me acaba de gustar en combinación con el salmorejo. A propuesta del equipo nos sirven un entrante diferente a cada uno de los dos comensales que nos sentamos a la mesa esa noche. El segundo fue Crema de almendra con sardina marinada en casa: Bocado de altura, de los mejores de la noche. Fina y elegante la crema del fondo, excepcional el lomo de la sardina en todos sus aspectos (desespinado, tersura, aliño…) y genial la miniguarnición con verduras encurtidas.
- Crema de boniato, huevo a baja temperatura y güeña de Viver: El dulzor que se le presupone al boniato (o batata) no se llega a percibir. La crema no difiere demasiado de una rica parmentier de patata. Huevo en su punto exacto de cocción y toque personal con el tradicional embutido de la comarca. Para repetir.
Como principales nos pedimos uno pescado y el otro carne. Acabamos compartiendo ambos:
- Corvina con salsa de cítricos: Buen lomo, con punto de cocción perfecto y acompañado de la ligera salsa que facilita la ingesta pero no resulta nada intrusiva.
- Cordero a baja temperatura: La fama del cordero de la localidad de Viver es conocida en los ámbitos gastronómicos de la Comunitat. Aprovechándose de ello Miguel prepara un cordero excepcional, extremadamente meloso y de sabor de mucha elegancia y persistencia. Un verdadero disfrute.
- Bizcocho de chocolate con crema de melocotón: Muy sencillo, quizás demasiado. Sin estar malo ni mucho menos, su calificación claramente por debajo del resto de elaboraciones.
Acompañamos la cena con Dominio de Tares Cepas Viejas 2011 que ya dejó entrever la mayoría de edad y que nos resultó especialmente agradable. La carta que ojeamos ya no cuenta pues, ante el cierre inminente, de muchas de las referencias allí expuestas no les quedan existencias.
Salimos del local muy contentos por las viandas degustadas, el vino disfrutado y el trato recibido. Pero cierta pena nos embarga motivada por el cierre, confiemos que temporal, del restaurante más famoso de Viver.