Ahora, un gran restaurante, en unos meses, la leyenda

El local es quizá lo menos impactante, no por su ubicación, un auténtico paraíso de tortuoso acceso, sino porque la estructura y decoración de la sala no se corresponde con lo que se va a comer y con lo que se va a pagar. La cocina es la parte más nueva y espaciosa, la sala es rústica y sencilla, sin lujos ni alardes, con todo ello resulta espacioso y lo suficientemente silencioso. Lo menos adecuado son las sillas, más propias de un asador castellano que del considerado mejor restaurante mundial en la última década.

Sobre la cocina se han escrito tantas y tantas líneas que poco nuevo podemos aportar. Además de un auténtico espectáculo de sabores, texturas y contrastes, además de un empleo de excelentes materias primas, además de la enorme labor de investigación de cara a ejecutar las creaciones, además del minucioso estudio de los tempos, del orden de los platos, de las subidas y bajadas recibidas a lo largo de las 42 estaciones del viaje gastronómico, además de todo eso está lo más importante: aquí hay alma, hay movimiento, hay algo que transmite. Y lo más trascendente es que te hace pensar, que le vas dando vueltas a todo y ves que todo tiene su lógica, que percibes que nada ha sido elegido ni estudiado al azar. Por supuesto que hubo cosas que gustaron más que otras, que hubo cosas mejorables, que fueron demasiados platos, que el ritmo del menú fue infernal, que son cinco horas de la máxima tensión sensorial, pero al final te quedas con lo que te quedas y eso es lo que permanece: una auténtica gozada para nuestros sentidos, un viaje irrepetible a través de los mismos.

No puede haber una fiesta completa sin vino. La carta es extensa, unas 1300 referencias, falta quizá algún champagne de pequeño productor, algún riesling más, algún Barolo más, pero bueno, cumple expectativas, además ahora hay algunos cambios debido a que no se reponen ciertos vinos agotados. Lo que más nos gusta es que está publicada en Internet con sus precios, con lo cual favorece la elección previa, y lo que menos los precios, demasiado inflados en general, pero como en casi todas las cartas hay algunos menos inflados, que simplemente hay que gastar tiempo en buscar. El tratamiento del vino nos pareció modélico, cambio de copas para cada uno de los 8 que pedimos, temperaturas perfectas, copas nunca vacías, ninguna gota derramada, en fin, un tratamiento intachable a cargo de dos muy buenos profesionales, Ferrán Centelles y David Seijas.

En cuanto al servicio, comentar que es lo que más nos sorprendió del restaurante. Alucinante. En nuestra mesa (de 9 comensales) había momentos en que una decena de camareros nos atendían con una coordinación perfecta, rápida, sin notarse, sin hacer ruido, cada uno realizando una labor concreta, siempre con buen humor, con excelentes maneras y explicando perfectamente todos los platos, respondiendo a cualquier pregunta formulable. Espectacular verlos trabajar, parecía como cuando un Fórmula 1 para a cambiar ruedas, 20 personas ejecutando una acción a la vez en perfecta sincronía. Encomiable la labor de trabajo en equipo y entrenamiento.

Dicen que lo bueno es caro y El Bulli es bueno, así que…es caro. Muy caro. Este año en su despedida, el menú cuesta la friolera de 270 euros. Complicado evaluar la RCP del restaurante, como complicado sería evaluar la RCP de un Cheval Blanc del 47, pero a nosotros nos pareció caro. El menú es impresionante, el producto muy bueno, los 50 cocineros, el servicio…todo tiene un precio. No nos arrepentimos en absoluto de la experiencia, es más, quizá sea la mejor que hemos vivido en un restaurante, pero hay que pagarla. Sabemos que mucha gente no estará de acuerdo porque esto es una cuestión muy subjetiva y dependiente, pero esa es nuestra opinión. No obstante e insistimos, duele soltar tanto dinero, pero lo recibido, todo lo vivido, lo termina por compensar.

Habíamos dado ya hace tiempo por cerrada cualquier posibilidad de visitar este restaurante, pero la vida da muchas vueltas y nos surgió la posibilidad de hacerlo gracias a las gestiones de un buen amigo. Y pese a la dificultad de cuadrar el presupuesto lo hicimos, al fin y al cabo sabíamos que iba a ser una experiencia única en nuestra vida. Y desde luego que lo ha sido, cenar en El Bulli es uno de los momentos que siempre recordaremos en nuestra trayectoria como aficionados al vino y a la gastronomía. Fueron 5 horas de risas, de debates, de caras de admiración, de caras también de extrañeza, en fin, que resulta imposible quedar indiferente ante tal cúmulo de sensaciones. Pese a que nuestra cartera se quedó más limpia que una patena, la última sensación es la que nos queda: El Bulli es algo más que un restaurante y en unos meses, a partir del 30 de julio, será una leyenda. Y nos sentimos orgullosos de formar parte de ella. Hasta siempre.

PS: para una mayor información sobre el menú y los vinos les remitimos a la entrada publicada en el blog:

https://www.verema.com/blog/eugenio/844762-bulli-can-mia-dos-caras-misma-moneda-i

Recomendado por 3 usuarios
  1. #1

    Jeronimo

    El local es un chiringuito de playa de los años 60', probablemente han querido preservar la imagen de sus orígenes, buldog incluido.

  2. #2

    oscar4435

    Me parece muy descriptivo,cuando yo fui, tenían 30 platos y también era mas barato,ahora tienen bastantes mas platos,ademas la carretera y el entorno no es muy apreciable de noche,con lo que veo muy bien las valoraciones del entorno , así como la de calidad-precio ,no te has dejado llevar por la esplendida experiencia que es,y has sabido ser objetivo en estos campos,has estado frió,vamos que no te has calentado con todo 10,como seria normal tras la experiencia,felicidades y un saludo.

  3. #3

    EuSaenz

    en respuesta a Jeronimo
    Ver mensaje de Jeronimo

    Tiene toda la pinta, Jerónimo. Conserva su arquitectura original. Pero las circunstancias (fama, innovación, evolución, precio) no son las mismas. Deberían haber acometido reformas, al menos en interiorismo.

    Saludos,
    Eugenio.

  4. #4

    EuSaenz

    en respuesta a oscar4435
    Ver mensaje de oscar4435

    Gracias, Oscar. Sí, no resulta sencillo evaluar la RCP en un restaurante de este estilo, lo mismo que la de cualquier gran vino. Son sensaciones y esas sensaciones te transmiten una emoción. Y esa emoción es la que luego tienes que ver si te ha compensado lo que has pagado por ella. A mí me pareció algo tremendo, único, sublime, pero también hubo que pagarlo. De cualquier manera, siempre es complicado poner números a experiencias tan singulares.

    Saludos,
    Eugenio.

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