Esta es la tercera vez que comemos en Casa Jaime y siempre ha sido porque nos venía de paso, pero esto tiene que cambiar. Casa Jaime tiene una entidad propia y un valor gastronómico que se merecen una auténtica peregrinación a Peñíscola para disfrutar de su cocina.
Frente al mar, en un entorno privilegiado con vistas al castillo del Papa Luna, encontramos este restaurante de playa que, oh señores, hace las cosas bien, pero que muy bien. Comer en la terraza es un auténtico lujo, pero tampoco está mal cuidado el interior, que ofrece una ambiente sencillo pero agradable.
Cocina de mercado con evidente presencia del mar, de los productos locales menos conocidos por la mayoría. En casa Jaime se cuida la materia prima y la elaboración de cada plato. Que el propio Jaime te presente la carta es un espectáculo, conociendo al dedillo cada elaboración, cada detalle de cada pescado, marisco o habitante del mar que llegará a tu plato en breve.
Mientras esperábamos salieron unas sardinas en escabeche muy ricas. Y empezamos con las croquetas de erizo, puro sabor, ese punto yodado y la perfecta fritura. Las croquetas de galera también son dignas de mención, buen sabor y de nuevo el dominio de algo tan sencillo, pero tan difícil de hacer, como es una croqueta.
El tartar de atún con vieira es uno de los platos que uno no se puede perder de Casa Jaime, al igual que las llenguetes, un pequeño pescado del que no había oído hablar nunca y que aquí se prepara como si fueran angulas.
Y pasamos a los pesos pesados, arroz calabuig, con ortigas de mar y espardenyes y arroz columbretes, con erizos de mar y gamba roja. Es difícil decantarse por alguno de ellos. Los dos son puro sabor a mar, arroz en su punto y la posibilidad de probar productos que no siempre son fáciles de encontrar.
De postre probamos una torrija muy rica, el postre que más me gustó, una tarta de naranja y una tarta de manzana reineta.
Carta de vinos correcta, falta algo de originalidad pero permite un buen disfrute, al igual que las copas que son de buena calidad y el servicio es amable, cercano y profesional.
Lo dicho, volveremos exclusivamente a comer en Casa Jaime en cuanto llegue el invierno.