No es el lugar donde ir con tu pareja para un cena romántica, pero sí un buen sitio donde hacer una cena con amigotes, dejar correr la alegría y disfrutar de una cocina sencilla, ojo que lo de Bar va en serio, en buena compañía.
El local es de decoración sencilla pero está todo muy cuidado y limpio. Me gustó especialmente la barra donde se ofrecen las tapas que puedes tomar. La buena pinta de alguna de ellas nos hizo decantarnos en la elección.
De nuevo de esos lugares donde las cosa sencillas se hacen bien, con aceite limpio, sin excesos de malas prácticas y con un cierto amor por la cocina y el cliente.
De entre todos los platos que tomamos, pues éramos 12 y dio para tomar bastantes, destacaría el morro, un plato con jamón, patatas y huevo (este archiconocido y no menos maltratado plato salió perfecto), la ensaladilla rusa y, más por el espectáculo que por lo bueno, unos choricitos que sacan a la mesa con una llama y se van haciendo, muy folclórico pero incómodo y no excesivamente bueno. Terminamos con una carne trinchada al centro muy buena.
Carta de vinos escueta en un local más orientado al tirador de cerveza bien fría. Aun así, a los que no nos gusta la cerveza, algo de vino puedes tomar, sencillo pero nada desdeñable ese vino blanco por copas de Titaguas que tan bien queda en cata a ciegas, Hoya del Castillo, que es el blanco de la casa.
En definitiva, perfecto para cenas de grupo donde no tienes que ir armado con el omeprazol.