Restaurante Unoom en La Nucia
Restaurante Unoom
País:
España
Provincia:
Localidad:
Dirección:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
24,55 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
29 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
7.7
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
6.0
Comida COMIDA
7.5
Precio medio entorno ENTORNO
8.0
RCP CALIDAD-PRECIO
8.5
Opiniones de Unoom
OPINIONES
3

Restaurante minimalista futurista de diseño, con espectaculares vistas al pueblo de Polop de la Marina.

Trato exquisito por parte de los camareros y encargados del local. 

De entrante nos ofrecieron, Tomate del terreno, de cosecha propia. Abierto en dos mitades, de tamaño XXL, con aceite virgen de oliva y sal maldon. Espectacular.

Continuamos con Pulpo a la brasa.

Como colofón, Arroz a banda. Buen fondo, arroz de medio dedo, en su punto, y con sus tropezones. Muy bueno.

De bebida, cervezas, y vino blanco D. O. Alicante de Enrique Mendoza, Chardonnay.

Cambie el postre, por Gin Tónic de Nordés.

Un buen referente en La Nucía, para volver.

Huyendo del bullicio de Benidorm hicimos una incursión en el interior de la provincia de Alicante para visitar La Nucia. En el pueblo, en la zona del auditorio, se encuentra este restaurante singular en cuanto a diseño, y clásico en cuanto a su oferta.

Su interiorismo no sé muy bien como clasificarlo; minimalista, snob, visionario, hortera......., todo menos discreto. Lo mejor del local sus vistas al pueblo mediterráneo, que justifican la visita contribuyendo a mejorar el aspecto gastronómico. La sala es de estética futurista, blanco nuclear y cristal, estructura que se rompe con unos tubos luminiscentes de vivos colores, del techo al suelo, que van cambiando su tonalidad y sirven de separación entre mesas. Lo que sí está claro es que es confortable, la tranquilidad y la comodidad están garantizadas en esta seudo nave espacial.

En lo que a su oferta se refiere su carta se ajusta a los decálogos de la moda y los gustos localistas, nada sorpresiva, más bien casual, aunque con pinceladas diferenciadoras e interesantes. En contra de lo que inducen a pensar las apariencias es un restaurante informal y nada pretencioso, basado en recetas tradicionales y mediterráneas, de ejecución sencilla con las que difícilmente se superará un ticket medio de 30 €.

Ya entrados en faena comenzamos con una ensalada de salmón con frutos secos, el título no trasmitía demasiado bien el contenido, consistía en; salmón, pipas, lechuga, aceitunas, espárragos y huevos, todo ello pasable y mejorable. El aliño una salsa tipo tártara que era lo mejor del plato, casera, untuosa y sabrosa. Mejorando la materia prima, presentándola con algo más de gracia y aportando nueces, avellanas o pistachos hubiese ganado varios puntos. Refrescante sin más.

A continuación solicitamos los crujientes de langostino, morcilla y mejillón. Una fina capa de pasta filo servía para darle la textura crepitante a lo mencionado, eran proporcionados y ligeros, se adornaban con una reducción de vino que nada aportaba, ni para bien ni para mal.
El de morcilla el mejor, un canutillo sabroso y aéreo. El de langostino muy bueno, el cuerpo estaba pelado pero la cabeza permanecía dentro junto con albahaca, curiosa esta opción de redundar en el crujiente. El de mejillón bien, aunque el sabor del bivalvo siempre se difumina cuando se empiezan a amortajar, rebozar o aún peor, emparedar con pesada bechamel para rebautizarlos como tigres (siempre me he preguntado el porqué de este nombre).

De plato fuerte fideua. Generosa en tropezones, muy sabrosa, algo caldosa pero nada aceitosa. El pescado mantenía un punto bastante conseguido, las gambas ya eran otro cantar; abundantes, diminutas y de baja calidad. Aspecto que se contrarrestaba con un fumet de intenso sabor que aromatizaba el conjunto, y que al no haber sido pasado por estameña de tela acumulaba algún resto del triturado en el fondo del recipiente, detalle fácil de subsanar.

De postre una panacota de movimiento tembloroso, lijera, nada dulzona y de brillante ejecución por su sabor a nata de gran calidad. Presentada con los aderezos justos y necesarios sirvió de digestivo y como remate a una copiosa comida regada con cerveza, agua y un par de copas de vino.

Dos camareros componen un servicio que se presenta escaso para todo el local. La profesionalidad, la amabilidad, la eficacia y la cercanía de ambos compensaban esta carencia.

En definitiva un local peculiar en la zona, interesante, agradable y con una oferta en la que creo merece la pena profundizar.

Situado en el pueblo de La Nucía. Construcción y diseño moderno (exterior e interior), todo en cristal y color blanco, incluido el mobiliario y la mantelería. Está ubicado en una linde de un barranco, es posible contemplar el bonito pueblo de Polop, gracias a sus grandes cristaleras que van del suelo al techo. Las mesas están separadas por unas columnas blancas de material plástico iluminables, por lo que la mayoría de las mesas gozan de intimidad suficiente, no obstante a la entrada, a mano derecha, se sitúa una mesa de mayor capacidad a modo de reservado.

Contrasta el diseño vanguardista, con la cocina de base tradicional y de mercado que ofrecen. La carta no es muy amplia, pero si suficiente, se clasifica en entrantes, ensaladas, pastas, arroces, pescados, carnes y postres, todos ellos de elaboración casera (según nos aseguraron) y a buen precio (la mayoría a 3.50 €). El servicio es atento, dispuesto y profesional.

La carta de vinos es corta (apenas unas cuarenta referencias), clasificada por tipos, no obstante podemos encontrar alguna opción interesante. El sobrecargo en el precio del vino es moderado. El servicio se circunscribe a la prueba y al relleno ocasional, pero se sirve a temperatura correcta y con la pertinente cubitera para su mantenimiento. La cristalería es adecuada en tamaño y grosor, sin ser especialmente buena.

Nuestra experiencia fue para comer al mediodía del sábado y estábamos solos. Nos ofrecieron un aperitivo de bienvenida, consistente en una tartaleta de ensaladilla de aguacate. Pedimos unos entrantes para compartir; surtido variado de croquetas caseras y crujientes también variados: de mejillón, gamba y morcilla. Tras los entrantes degustamos un arroz de señoret, con buen fondo, bien sabroso y cargado de trozos, al que tan sólo le podemos objetar que estaba un pelín duro (aunque a mi personalmente, me encanta ese punto del arroz). En el postre, la mayoría nos decantamos por un orginal helado de higo.

Para beber, tras las cervezas iniciales, pedimos inicialmente un correcto blanco de la D.O. Rueda: Saurius 2011 y seguidamente un albariño, Gran Bazan ambar del 2010. Tras los postres, cafés de buena factura. Todo ello por 147.30 euros para los seis comensales, que éramos, por lo que la RCP, es muy buena.

Merece la pena visitar este establecimiento, tanto por el entorno, como por la cocina, intentaré visitarlo de nuevo para cenar y ver qué tal.

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