Estuve hace 3 o 4 años y entonces era agradable por el local, el ambiente (hacia lo chill-out)y la música, pero la comida era aceptable a la vez que vulgar.

Ahora nos ha encantado la comida y el local, sin embargo ya no tiene tanto encanto quizás por que está lleno y las mesas están algo mas apretujadas, lo que no hace que no siga siendo agradable al menos ahora en invierno.

La decoración, la luz, la música y el ambiente son atractivos. El servicio no es ultra rápido pero con los tiempos que corren es lógico que con solo dos camareros "tiren" de todo el local que tiene, ademas de 7 u 8 mesas, una terraza para copas tipo "lounge". El servicio era correcto y había buenas copas para el vino aunque su servicio fué "estándar". Nos ayudaron bien con la difícil elección del orden de los platos y el "tempo" fué el correcto.

Tomamos una ensalada césar bastante normalita pero con los trozos de pollo muy bien preparados. El wok de pasta con verduras y presa ibérica era bueno. Los raviolis rellenos de queso de cabra con una salsa de higos o algo así eran deliciosos en su sabor y presentación. Las hamburguesitas de solomillo son muy correctas. Lo mejor de lo que comimos fué el sushi en una tabla o "tatami" con 5 o 6 tipos: de lo mejor que hemos tomado. Los postres eran grandes y buenos, en especial una espuma (más ligera que una "mousse") de chocolate blanco muy rica y otra de mangos con no se qué que era destacable.

Había buenos vinos, unas 40 referencias. Pedimos un "Cortijo Los Aguilares" pero no quedaba así que nos dieron un Tadeo de la misma bodega que estaba de escándalo pero no estaba en la carta así que me hicieron una rebaja en el precio por la "sorpresa".

Después nos tomamos unos Gintonics pues disponian de unas 15 premiums y ademas de tener tónica buena los prepararon bastante bien, con sus trimmers y su buen hielo.

Sin duda volveremos. Nos sorprendió agradablemente.