Utiel siempre ha sido un lugar de paso para nosotros. Como mucho, parada a comer en los legendarios de la N-III. Esta vez, aprovechando que había que llevar al mayor a pasar unos días, decidimos adentrarnos y comer aquí por recomendación, no sin antes hacer una visita a una bodega de la zona.
Garzarán tiene un aspecto más moderno en la entrada y zona bar que en el propio comedor. Éste, pese a ser interior, no da sensación de agobio en general por su acondicionamiento, altura techo, iluminación, temperatura, etc.
Las mesas quedan algo juntas y están vestidas con mantel y servilletas de papel, con un cuenco de cacaos cortezudos aguardándote. Estos detalles, junto a la comanda tomada por el dueño, veterano y con gracia, cantándote y vendiéndote algunos de los numerosos platos del menú, nos empujó a declinar la carta, la cual supongo que existirá. Sonaban bien muchos, por lo que en este primer envite no nos íbamos a complicar la vida.
Con el vino pasó lo mismo, no vimos carta, lo que pasa es que aquí ya no nos íbamos a conformar con el vino y gaseosa. Así que ante nuestro interés, el hombre nos soltó la segunda frase para el recuerdo; "Entonces lo que queréis es un vino de los buenos ¿no?". La primera fue cuando nos tomó nota; "A ver ¿Cuántos semos?". Me dijo un par de bobales y me quedé con el desconocido, El Gran Loco 2013. Un bobal fácil pero con identidad. Cuenta con una pequeña bodega acristalada en la sala muy aseada y con un número, pienso yo, más que suficiente. Saca copas correctas para su servicio, las de la mesa son de batalla, bien para el agua como mucho. De hecho, pedimos una botella grande de agua y una Coca-Cola para el pequeño.
Con el menú de 13 €. te sacan de antemano una ensalada valenciana corriente y acto seguido sirven con bastante celeridad, luego tienen una buena organización de todas esas opciones a las que aludía antes.
El resultado ya cambia algo.
El gazpacho manchego estaba bueno, aunque pienso que la torta tiene que tener mayor protagonismo, tanto en cantidad como en tamaño. Estaban melosos, como debe ser, y contaban con un toque distinto con esas verduras de troceado muy pequeño, pimiento rojo y verde, champiñón... que aportaban.
La lasaña de verduras de mi hijo la probé y perfectamente me la hubiera pedido. Me sorprendió que la eligiera, porque la lucha es constante en casa con las verduras. El relleno era de espinacas y zanahoria y la bechamel no la inundaba.
Los segundos consistieron en salmón plancha, pechuga de pollo plancha y manitas de cerdo que fue mi elección y a las que suspendo. Este plato ha de tener una salsa propiamente dicha y el pimentón pecaba de exceso yo creo que por estar desligado de ésta. Por lo demás tiernas, cosa que no basta.
Los postres son todos artesanos y de ración generosa. Mi tarta de almendras pesaba lo suyo, un adoquín, bien trabajada, con toda la almendra concentrada en la base y su parte flan arriba. Los otros fueron natillas y tarta de queso con arándanos. Correctos todos ellos.
Finalmente un cortado y una manzanilla.
La cuenta la pagas al salir en la barra, curioso.
Tarta de almendra
Manitas de cerdo
Gazpacho Manchego
Utilizamos cookies propias y de terceros con finalidades analíticas y para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias a partir de tus hábitos de navegación y tu perfil. Puedes configurar o rechazar las cookies haciendo click en “Configuración de cookies”. También puedes aceptar todas las cookies pulsando el botón “Aceptar”. Para más información puedes visitar nuestra Ver política de cookies.