Atún. Así, sin anestesia. Fin de la cita.
Amplísimo local. Blanco. Zona de restaurante y barra de bar separada, aunque comunicada.
Mi idea era comer atún en cortes que no es posible encontrar en la capital del imperio. Qué frío con el servicio. Me costó un poco bastante establecer la comunicación con ellos. Poco comunicativos. No es que alguien enfermizamente tímido necesite interactuar con el resto de la humanidad, pero para estos bretes se necesita un poco de ayuda para saber qué comer y, sobre todo, qué beber. Ya sabéis, ¿qué tenéis? Tenemos de tó. ¿Manzanilla? ¿Fino? Sí. Ay & sigh. Pero oooooye, un par de quiebros y súbitamente se abre la defensa y se vuelven habladores, recomiendan, sonríen y todo cambia. Muuuucho mejor así, ¡dónde va a parar!
Decía yo que venía a comer atún. Por ejemplo unos callos de atún con morcilla de su corazón muy ricos y en los que me habría gustado encontrar una pizquitina de picante.
Corazón de atún. Presentación como que no sé. Plato cuadrado, corazón fileteado, en una esquina un octavo de limón (sic) y en la otra unas zanahorias laminadas que me parecieron levemente encurtidas. Muy bueno el corazón. Para los que duden: Sabor intenso y profundo. Similar al hígado, pero sin llegar a esas notas ferruginosas del mismo.
Facera de atún en salsa de piñones, toque de crema de patata ligeramente picante y salicornia. Muy buen plato.
Piruleta de letón. Mmm... ¿Por qué le llaman piruleta a lo que siempre ha sido un pincho? Muy rico.
¿Para beber? Costó un poco conseguir saber qué beber, dado el hermetismo inicial. Con los dos primeros una manzanilla en rama Aurora y con los dos siguientes Tío Pepe en Rama.
¿Postres? Pues no parece que en la zona de barra haya, sin embargo me ofrecieron hacerme una macedonía de fruta con zumo de naranja, que te cortan y sirven en ese momento. En líneas generales habría dicho que neke, pero mirad, yo ya llevaba tanta agua en el cuerpo que necesitaba tomarme algo "hogareño". ¡Venga esa macedonia de fruta! Esta decisión de tomar la macedonia me llevó a algo inesperado. La persona que me atendía me preguntó si me podía sugerir un vino para este postre y lo que me ofreció no lo conocía de nada. ¡A por ello! Un vino llamado Pandorga, de uvas asoleadas. Con el dulzor del PX y la frescura del moscatel. Riquíííííííííísimo. Si os lo cruzáis, no lo dudéis.
En suma, el lugar me gustó. Directamente cocina de producto, no obstante me pareció que tenía cierta tendencia al "platocuadradismo" que les deja a media salida.