Kiosko de cristal perfectamente aislado e insonorizado situado en el patio del edificio que alberga el Museo de Arte Precolombino.
Servicio atento, servicial, que no servil, y preparado. Quizás porque la lengua es transmisora de experiencias y sentimientos y, en este caso, aún más, por ser común a comensal y restaurador.
Cristalería fina sobre mantel de hilo. Temperatura ambiental adecuada (la visita se efectuó en el mes de agosto, invierno allí, si bien la temperatura de la ciudad siempre es baja por la noche).
A continución expongo la cena.
Primer plato:
Sopa de setas con hojaldre: Deliciosa, gran nivel. Nada que envidiar a Bocusse.
Segundo plato: Lomo de res con champignon, sobre salsa de piquillos, puré de ajos y patatas amarillas.
La carne en su punto justo de cocción, tierna, sabrosa.
Las patatas amarillas, sorprendentes por su intenso sabor y textura, un poco más dura que las nuestras, pero muy, pero que muy sabrosas.
Postre:
Texturas de lúcuma. La lúcuma es una de las dos frutas nacionales del Perú (la otra lo es la chirimoya) y su sabor recuerda a la crema de arce canadiense pero más delicada. tras ser recolectada del árbol la dejan asentarse unos días y el resultado es totalmente satisfactorio. Iba acompañada de helado de café y tejas. Delicioso y diferente.
El precio es sin vino.
Diré finalmente que en principio me aconsejaron cenar en Cicciolina pero estaba lleno y me decanté por este como segunda opción. La proxima vez será la primera.