Aprovechando una buena oferta de un conocido sitio de reservas online de restaurantes (40% de descuento en la carta, salvo bebidas), fui el otro día con la familia a comer a este céntrico restaurante madrileño.

Empezamos compartiendo unos entrantes bastante buenos en general: anchoas de Santoña, milhoja de queso de cabra y manzana (con una exquisita salsa de café) y provolone sobre mermelada de tomate. De entre los platos principales que tomamos, merece la pena destacar un estupendo bacalao a la donostiarra y una buena merluza en salsa verde. De los postres, me quedo con unos riquísimos canutillos de Idiazábal. En cuanto al vino, pedí un Enate rosado que se había acabado. En su lugar me ofrecieron un rosado de Navarra de nombre Benlluri que desconocía (de hecho, he sido incapaz de encontrar información alguna sobre el mismo). Como no me convencían las alternativas, lo acepté. Terminó resultando bastante corriente (12 euros).

La primera confusión llegó con otro de los platos principales, pues trajeron lardones de solomillo al ajillo en lugar de lardones de pollo con sésamo y soja, que es lo que habíamos pedido. El problema fue resuelto con más o menos acierto, ya que el pollo tuvo que volver de nuevo a la cocina para que le agregaran el sésamo faltante.

La segunda confusión, ésta ya menos perdonable, fue que en la cuenta seguía apareciendo el solomillo en lugar del pollo, con el consiguiente aumento de precio. Tras la rectificación (y una espera considerable) observé que el vino marcado tampoco era el consumido (reserva en lugar de rosado). Nueva corrección y una diferencia con la primera cuenta de unos ¡10 euros!

Conclusión: llegamos al restaurante a las dos y media más o menos y nos fuimos pasadas las cinco y cuarto, es decir, casi tres horas para comer, una barbaridad. La parte positiva fue que con la promoción terminamos pagando unos 50 euros menos.