Gracioso local en La Cala de Benidorm, a dos alturas, con discreto toque modernista. Predominio del azul turquesa y blanco, papel pintado en dos paredes, algún brochazo de madera aquí y de piedra allá, un reloj de forja al estilo de las antiguas estaciones de ferrocarril… Desigual vista: una pantalla de tv (eso sí, sin voz) al fondo, y un rincón precioso en el sentido opuesto. El lado izquierdo está acristalado con vistas a la calle.

Ambiente relajado, se sale de los clichés de esta población, tanto por la estética, como por la atmósfera, como por el perfil del comensal.

Meritoria cocina de autor con raíces mediterráneas que resultan muy evidentes en su destacada sección de arroces.

Tiene una carta amplia, de la que seleccionamos, para dos personas, todo para compartir:

----- Entrantes:
• Tartar de salmón y su caviar. Muy bien macerado, en una emulsión de aceite y perejil en crudo, que cobraba viveza con el caviar.
• Ensalada de contrastes. Variadísima: mezclum de lechugas, queso fresco, pasas, frutos secos, foie, menta, fresas y parmesano. La menta, imperceptible a la vista, es la absoluta protagonista de esta ensalada. Qué frescura.

----- Segundos:
• Chipirones rellenos de arroz pilaf. Buen género bien trabajado.
• Lomitos de dorada al horno con habitas y virutas de ibérico. Soberbio pescado curiosamente combinado con las mantequillosas y carnosas habitas y el sápido ibérico.

Correcta carta de vinos en dimensión, bien seleccionados, servidos en buenas copas. Tomamos un Enrique Mendoza Chardonnay 2010.

Servicio amable, educado y pausado.

Uno de los pocos restaurantes de Benidorm donde disfrutar de una buena cocina de autor. Repetiremos.