Ni fu ni fa

Visité el Serbal con mi mujer y nuestra peque de 6 años.

El local, casi totalmente interior, en los bajos de un bloque residencial de esos que son una penitencia para los que somos arquitectos, junto al Mercado de Puertochico. Las mesas a una distancia correcta, la iluminación, escasa.

El montaje, sofisticado, con un toque exótico. Un acierto esos carritos auxiliares en cada mesa y para servir el pan.

El vino, un Casona Micaela 2009 de Cantabria, mezcla de Riesling y Albariño, sorprendente y muy bien de precio.

En cuanto a la comida, irregular, raciones correctas en cuanto a cantidad, acertados los entrantes pero flojos los pescados que pedimos mi mujer y el que suscribe como platos principales. Concretamente, mi Jargo (o Chopa)sobre cama de maganos (chipirones) de potera, poco acertado en la combinación, aunque cada uno por su lado podrían funcionar bien. La peque se tomó un cochinillo que estaba estupendo.

El servicio tan exótico como el local, la mitad de él verdaderamente excelente, pero la otra mitad para olvidar.

Estuvo bien para probar, pero lo encontré un tanto sin alma.

Como nota final, los aseos, uno por sexo, en cabina todo en uno, impecable al iniciar la comida, pero muy perjudicada al final de ella, en cuanto a olor y en cuanto a limpieza.

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