He estado como unas 12 veces en Shojiro, la mayor parte de ellas ha sido al medio día, y sólo os puedo decir que es muy reconfortante comer allí... Los platos siempre, siempre son muy ricos, y lo único que puede ser más delicado es el trato un tanto frío y esquivo de Shojiro, aunque esa frialdad inicial, se va perdiendo a medida que interactuas con él.
Es un verdadero lujo tener un restaurante así en Barcelona.
En primer lugar quiero aclarar que soy amigo del dueño y chef del restaurante, aunque intentaré ser objetivo.
Es un pequeño restaurante con apenas capacidad para 24 personas en la parte baja, aunque dispone de un espacio superior que suele reservar para grupos.
El chef es japonés, aunque está especializado en cocina mediterránea al que le añade algún toque japonés.
No dispone de carta, tan solo ofrece menú de mediodía por 18.50 €, incluido hasta el café; y un menú de noche y fin de semana, creo que por menos de 40 €, pero sin vino.
Tiene una interesante carta de vinos asesorada por un enólogo. No tengo más datos de su contenido ni precio. Sobre el vino puedo añadir que tiene un armario cava de vinos y las copas parecen buenas. El vaso de agua es Riedel.
Relato mi menú de mediodía. Tapita para empezar, mousse de foie. Muy buena, lástima que estaba algo congelada por dentro, quizás debido a que comí nada más abrir el restaurante, a las 13:30.
De primero, carpaccio de buey con crema de calçots y esferificación de romesco. Muy bueno y creativo. El modo de preparar el carpaccio tenía el toque japonés. Había otro segundo alternativo, pero no recuerdo cual.
De segundo, jarret de ternera o gallo a la plancha. Opté por la carne. Un trozo de jarret de ternera muy meloso, con su salsa y sobre un nido de tallarines, acompañado de verduritas. Me gustó mucho.
Postres, tarta de chocolate con helado de frambuesa, el postre alternativo tampoco lo recuerdo. Muy buena la tarta de chocolate, aunque tampoco espectacular, hecha en el restaurante (todo lo hace él, hasta los helados) y el helado de frambuesa muy bueno.
Aclaro que las raciones son suficientes aunque no abundantes. No es un restaurante para hartarse de comer o dejar restos en el plato.
Café con petit four, muy “petit”, una teja de almendra, muy buena (¿me repito si digo que las hace él?) y dos cerezas ¿? Bueno, con decir que como adorno en las mesas no pone una flor, sino una manzana roja bien gorda…
La sala no es nada espectacular, auque acogedora y con una permanente exposición de cuadros.
El servicio lo hace el propio chef, Shojiro, al menos el último día que fui (hacía unos 8 años que no iba), que dispone de un ayudante en la cocina. Pero a pesar de estar todas las mesas ocupadas, menos una, el servicio fue ágil.
Un secreto, además de cocinero es un artista de la laca japonesa y escultor de hielo. Si le cogéis confianza a lo mejor os enseña alguna de sus pequeñas creaciones de laca japonesa. Las esculturas de hielo son otro tema.