Con el Menú Ejecutivo Carolina no se pinta los labios, pero luce una coleta y una sudadera de marca que le quedan la mar de bien.
El local es precioso, de los bistrós que marcan tendencia de un tiempo a esta parte en la ciudad, pero con mayor luz. La sillas algo incómodas, yo me resbalaba.
Equipo numeroso, atento y bien uniformado. Copas Stölze de buen diseño. Oferta de vino por copas. Carta de éstos numerosa y muy subida de precio.
Directo a por dicho menú, pasé por alto ojear la carta de platos. Según mi sensación final, volveré a por el individual o carta directamente.
A elegir entre tres entrantes, dos principales y dos postres, opté por lo siguiente:
- Piadina de jamón braseado y queso Idiazabal.
- Tataki de salmón con cous-cous de jengibre y verduras.
- Sopa de yogur con helado de frambuesa y frutos rojos.
Sencillez en la piadina, aunque cumplidora. Pero me hubiese gustado sentir más el fiambre, ese punto ahumado que tan sólo venía del queso.
El salmón, siempre intenso y agradecido, con muy buena cocción de plancha, frescura y tersura, y ese punto divino del jengibre. Me sorprendió la generosidad en los platos, sobre todo el par de tacos de salmón.
Pero el que más me gustó fue el postre, delicioso frescor, sabor y presentación colorista. Acertadísimas las hojitas de menta.
Servicio previo de pan y surtido de olivas.
Para beber, una copa de Artazuri rosado 2013 para la piadina y otra de Pasión de Moscatel 2013 para el salmón. Pienso que acordes con lo tomado.
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