Muy mala impresión la que nos dió este hotel-restaurante sito en las afueras de Cangas.
La recepción, trato, servicio y comida fueron más propios de una casa de menús que de un restaurante citado en todas las guías culinarias.
El jefe (José Martínez), con gran fama en el sector, estuvo exclusivamente dedicado a cerrar la contratación de una boda, mientras por la sala deambulaba una camarera que, se limitaba a dejar los platos en la mesa.
No disponían de ningún tipo de menú degustación (aunque en su propia página se especifica); la explicación fue que si hubieramos avisado por teléfono en cocina nos hubieran preparado algo. Pues vaya organización.
Carta mínima con poca fantasía. Servicio del vino inexistente.
Se definen como cocina creativa, pero no deja de ser una cocina casera y sencilla con precios de estrella michelín. Para 2 personas: Ensalada de Bacalao con cítricos, bloc de Foie caramelizado, Atún, Ternera gobernada, 1 frixuelo y 1 café (ésta a 2,50 euros). Precio por persona: 58 euros.
Lo único bueno el vino Martinet Bru 2003, excelente.
No nos sentimos especiales en ningún momento. Una experiencia culinaria indiferente y vulgar a precios no justificados.