Rincón griego en centro de Valencia

El día de San Aurelio (San Vicente), paseando solo y despreocupadamente por el centro en pleno uso de mi libertad constitucional y estatutaria, topé con un restaurante griego que siempre me había pasado desapercibido. Está en una de esas callejuelas que salen de El Parterré, Conde de Montornés.

Pensé en comer allá, pero como a mi family sí que le atrae la cocina griega, pues decidí dejarlo para otro día e ir con ellas.

Otro día? Al día siguiente. Pa luego es tarde, como dicen los mexicanos. El día siguiente, el día de la Santa Familia, fuimos para allá (ya sólo quedan 364 días para San Aurelio).

Aperitivo en Ostras Pedrín -pa enseñar a los míos los descubrimientos del aguerrido y temerario colonizador de éste que es el pater- y a comer al griego.

Un local pequeñito y luminoso que ya tiene sus años y se nota, humilde y aseado, en el que destacaba la espectacular foto-mural de la Acrópolis de Atenas. Cuando esté lleno debe ser pelín agobiante por el cúmulo de mesas y el tamaño de las mismas.

Tomamos:

• Pikilia
• Mousaka
• Sutsukakia

Primero pedimos al centro pikilia, que es un mix de aperitivos griegos (melitzanosalata, taramousalata, tzatziki, queso feta, aceitunas de Kalamata). Pues eso, la típica crema de berenjenas, el paté de huevas de salmón, la pasta de pepino, ajo y yogur… y esas cosas. Muy agradable.

Luego la mousaka de rigor, buena, y cerramos con unas correctas sutsukakia, una especie de albóndiga-hamburguesa bastante especiada que va acompañada de dados de patatas fritas y salsa de tomate.

Para beber, pues siguiendo mi costumbre de probar “lo que toca”, pues pedimos un Retsina Tsantali. La mencionada costumbre -que me suele dar satisfacciones y sobre todo apertura de miras- en este caso me llevó a tropezar en la misma piedra que cada vez que he ido a un griego, una piedra llamada Retsina. Brssssssssssss, oye, es que no hay manera de que me guste. Es que parece que te estás bebiendo un pino supurante de resina, oño. No puedo con él.

El servicio lo prestaba una señora, la dueña, muy amable y discreta, pero no estaba nunca en la sala. Como estábamos totalmente solos en el restaurante, ella se retiraba a sus aposentos y cuando estimaba que necesitábamos algo, salía sigilosamente. Al acabar conversamos unos minutos con ella y nos contó que llevan un porrón de años en Valencia, que por la noche llenan pero los mediodías flojean, que las compras están muy chungas ahora en Grecia (compran casi todo allá directamente) pues dada la coyuntura económica por la que atraviesa la República Helénica se les hace enormemente complicado efectuar transacciones comerciales en tiempo y forma.