Local diferente. Un chiringuito de Nivel. Excelente idea la de combinar local chill-out y restaurante. Este último con una propuesta sugerente de platillos de bastante nivel y muy correctos. En nuestro caso, huevos con foie (buenos), pollo crujiente (bueno), mejillones (regulín), alcachofas (buenas), Paellita (flojita), cochinillo (delicioso), Atún (bueno). El servicio del vino es correcto (Tomamos un Pazo de Señorans un poco subido de precio). La atención de los camareros, poco profesional, desorganizada, pero aceptable por tratarse de un chiringuito. Cubertería y vajilla muy escueta (se le perdona también por lo que es el concepto). El local es amplio, bien ubicado, ideal para ir al mediodía con familia (niños) a escasos 20 metros de la plaza, con chiquipark en la arena. En definitiva, recomendable si andas por la zona de Gavà Mar.

A pie de playa, este local cuenta con restaurante, terraza, zona de barbacoa, pista de voleibol y, a tener en cuenta, aparcamiento gratis para los clientes del restaurante. Lo mejor, es amplio y tranquilo. Lo peor, la lentitud del servicio y la mala RCP.

Carta de vinos escueta con alguna referencia interesante y precios x2 y más. Copas sencillas ralladas del lavaplatos y algo polvorientas. Nos trajeron la cubitera, y punto. Mantelería de chiringito. Cubertería y vajilla, sencillas. Separación entre mesas suficiente. Servicio agradable.

Se supone que los nombres de los platos que aparecen en la carta han de ser graciosos. Son originales, pero lo cierto es que me despistaron más que otra cosa. Hay varias tapas, algunos platos fuertes y varios postres caseros.

Almuerzo para 5 a base de varias tapas realmente pequeñas y con unos precios elevados: 2 de pan con tomate (trozos diminutos y escasos colocados artísticamente), bravas (cargadísimas de pimentón), 2 de alcachofas a la plancha (saladas), mejillones al vapor (pequeños pero sabrosos), wok de sepia y verduras (insípido y la sepia estaba dura), 2 de croquetas de rustido (aceptables) y no sé si me dejo algo. De segundo, 3 de arroz negro y una fideuá (el calamar, duro y regulín de sabor) de tamaño mini servidos en sartenes individuales. Dos yogures griegos con miel y almendras (en la carta ponía piñones) de tamaño respetable y sabor correcto y una especie de papilla de frutas con unas láminas de fresas como postre completaron la comida.

Una botella de Abadal Picapoll a casi 20 euros, varias aguas y tres cafés completaron la sentada. No nos cobraron un par de aguas ni el servicio de las 2 botellas de vino que llevé.

Ambiente familiar y posh con comida irregular y precios elevados. Aún así, por encima de la media que espero de un chiringuito playero. Buena alternativa si estás en la playa de Gavá y no te apetece ir muy lejos a comer. Como curiosidad, la carta mezcla el castellano y el catalán sin ningún complejo.

Por cierto, lo de cocina creativa-de autor debe ser una errata...

El sitio es muy agradable, pero la comida deja mucho que desear, las tapas nos las sirvieron frías, y tuvimos que esperar bastante, eso si los nombres son muy originales, el vino esta un poco elevado de precio, el arroz es pobre tanto de sabor como de camtidad.....el servicio es bueno y atento... no se si volveremos

Un lugar agradable para cenar, en la playa. La carta se compone de tapas con nombres "originales" como se refleja en el comentario anterior y algún plato más consistente.
Entre lo que probamos me gustaron mucho las croquetas, el "guarro" a 69º y el xuletin (impresionante la ternura y el punto de la carne), tampoco estaban mal los Chiken&chips y los callos. Las patatas bravas y la coca de recapte, flojas. En los postres pedimos con mucha ilusión el Pan con chocolate, aceite y sal y para mi fué una decepción, ligeramente compensada por el rock & chock (chocolate con arroz crujiente).
2 botellas de Resalso 2009 a 17,95 €. Demasiado frías al principio, se atemperaron con los 30 grados del ambiente, el servicio se limita al descorche, las copas correctas.
En definitiva, un magnífico entorno, con una buena cocina, y luego a tomar unas copas al lado.

La verdad que es un lugar impresionante a pié de playa.
Es del propietario de la Torre de Alta Mar.
Es un pequeño complejo donde se mezcla la zona de barbacoa, terraza cubierta por cañizo, que es la continuación del restaurante, barra coctelería con vistas y buena botelleria, más una pista de voley. Es un concepto distinto de restauración pero muy logrado.

En el restaurante la especialidad son las tapas y platillos delicatessen con nombres en la carta originales como al arroz negro le llaman “el quemao”, a los pimientos del Padrón “empadronados” y malditos roedores al surtido de queso, foie con higos, bikini trufado, etc..

El lugar es impresionante, te sientes como en casa y al mediodía para ir con familia es genial.
Lo mejor de todo el excelente trato del personal.