Local angosto, antiguo, necesitado de una reforma y bastante ruidoso. Las mesas del pequeño comedor están muy juntas, pero aún así posee su encanto. No recomendable desde luego para cenas intimistas, sino para reuniones informales en grupo.

La carta es escueta pero variada y se basa en raciones, tostas y platos del día, con poca elaboración, dando más importancia a la materia prima. Entre cuatro nos tomamos un surtido especial de tostas (de paté de pato, salmón ahumado, sobrasada con queso, bacalao con pimientos y cecina), sabrosas y con buen pan y una tabla de ibéricos que sin ser de primera calidad, cumplió sobradamente con lo esperado, máxime teniendo en cuenta su precio. También resulta recomendable el clásico tapeo en barra.

La carta de vinos es sencilla, aunque bien escogida. Unas 20 referencias nacionales con muy poca carga de precio. Copas correctas y servicio simpático, que actúa con celeridad y sin mayores altibajos.

En momentos tan complicados como los actuales, locales como esta taberna son una bendición. Se come razonablemente bien, con vinos correctos (Un fresco Godello y un Tares Cepas Viejas) por poco más de un menú del día. ¿Resultado? Siempre lleno, muy complicado entrar. Pero merece la pena. Un clásico en La Latina.