Quiero una casa con patio cordobés.

Pregunté a un amigo, un cordobés de enjundia, por un restaurante bueno, con clientela de la ciudad, alejado de circuitos turísticos y me contestó sin titubear:

“¡A Puerta Sevilla, en calle Postrera!”.

Como desconocíamos el número, tuvimos la suerte de equivocarnos y embocarla por el final, cuando estaba al principio. La recorrimos enterita, disfrutando de su silencio, de su calma, de su singularidad.

Lo mejor estaba al final, que era el principio.

El acceso con las típicas rejerías envolviendo las ventanas, ocultas por decenas de geranios, ya anticipa ese típico patio cordobés de paredes cuajadas de vegetación, al que se accede traspasando la barra que dejamos a la izquierda y desde donde la luz tamizada de las cubiertas marca el camino al comedor con su pozo y esa música de fondo de los jilgueros que observan a los comensales desde sus jaulas en la planta de arriba y de las guitarras españolas que nos embriagan desde abajo.

Un pozo en el centro, una fuente en la pared principal y mesas repartidas con aparente descuido , conforman este conjunto encantador y alegre que rápidamente cautiva los sentidos y predispone a una comida, como así fue, inolvidable.

Cocina cordobesa con gran autenticidad, de mucho nivel, sencilla, cómo no, pero gran producto y mano templada en los fogones.

• Albóndigas de calamar en su tinta.
• Jamón ibérico con pan recién tostado y gotas de tomate.
• Tosta crujiente de Anchoa y Boquerón sobre fina alborinia.
• Habitas con chocos.
• Flamenquines.
• Rabo de toro a la antigua.
• Couland relleno de Pedro Ximénez.

No voy a entrar al detalle de cada plato, no hay mucho que contar o no acabas nunca de contar... Todo sabía a lo que tenía que saber, desnudez, sinceridad, tradición, raíces.

Carta de vinos muy amigable, bien ordenada, con fotos de las botellas. Tomamos fino en rama Manuel Gracia de su propia bota (nos contaron que la rellenaban mensualmente, dejando siempre un pequeño nivel de “madre”). Espectacular, el mejor fino que degustamos en todo el fin de semana… y fueron muchos. Continuamos con un rosado cordobés de syrah, Los Omeya 2012, que acompañó la segunda parte de la comida maravillosamente.

Servicio muy profesional, que comenzó con esa altivez tan cordobesa que fue relajándose conforme adquiríamos confianza hasta acabar entre bromas.

Considero absolutamente impensable regresar a Córdoba y no volver a comer en Puerta Sevilla.

¡Qué luz, qué temperatura, qué verdor, que blancura, qué toques azules, qué musicalidad!

... ¡Y qué sabor!