La semana pasada tuve la oportunidad de comer con un grupo de amigos en este restaurante.
La verdad es que tenía ganas de ir a probar uno de sus platos estrellas, el caldero de bogavante. No se como será en otras ocasiones, pero esta vez mas bien estuvo estrellado.
Se les paso el punto de cocción del arroz y no estaba presentable, no deberían haberlo servido.
El resto de platos perfectos;
Pulpo a la plancha; quizás el mejor de todos, muy tierno y sabroso.
Hojaldres de verduras, como un rollito de primavera pero al horno. A todos nos gusto.
Foie con queso blanco sobre lecho de cebolla caramelizada, buena combinación, pero quizás para mi gusto, demasiado dulce la cebolla, mas bien parecía mermelada de cebolla (o quizás es lo que querían conseguir.

Cada vez que ceno en este restaurante recuerdo porqué vuelvo a él, el trato agradable de su personal con Luís Miguel y Ana dirigiéndolo, una cocina de mercado con una materia prima de calidad (especialmente el pescado), una bodega amplia, bien elegida y a precios razonables (alrededor de 240 entradas en la carta de vinos) y, al finalizar, no te llevas sorpresas con la cuenta. Tiene una carta bien surtida, pero especialmente interesante resulta el menú que tienen para la cena de los sábados, a un precio de 15 € en el que no se incluye la bebida, presenta unos excelentes entrantes, no os perdáis la “pericana” típica de la zona y, según temporada, las setas de chopo silvestres (no de cultivo), como plato fuerte suelen ofrecer distintas alternativas entre carnes y pescados, para finalizar con unos buenos postres caseros con un toque de elaboración. Otro dato a favor, si vais con niños, es que tienen menú infantil por lo que el precio cobrado a los niños no se dispara. Por cierto, mis hijos son celíacos y, en este restaurante estoy tranquilo con lo que comen, si estás en esta situación sólo tienes que decirlo y cuidarán que todo lo que comas no lleve gluten. En cuanto al local, una decoración clásica y acogedora en la que podemos encontrar óleos en exposición (en algún caso a la venta), cuenta con dos reservados (para unas 10 y 20 personas respectivamente) para comidas con mayor intimidad. Por último, algo en lo que me suelo fijar mucho de un restaurante es su cuarto de aseo porque dice mucho de él, en este caso es pequeño pero inmaculado, con varias limpiezas al día y con toallitas de tela, de un solo uso, para secarte las manos (muy cuidado). En fin, para repetir.