Agres es un pueblo de montaña ideal para beber de sus múltiples fuentes y visitar los neveros de la Sierra Mariola si eres andarín.
La Pensión Restaurante Mariola es la puerta de salida o entrada de todo ello por lo visto en las gentes que visitan el lugar y por aquellos con los que hablas y que conocen bien la zona. Tan espiritual casi como el santuario enclavado más arriba del pueblo.
Comida copiosa y tradicional. Funcionan con una carta extensa con platos que representan bien la comarca. Llegamos a las tres, hora concertada, y tuvimos que esperar unos minutos. Parecían desbordados y sin embargo cumplieron en los tiempos. Me da que es la tónica habitual. Servicio acelerado aunque eficaz.
Uno va avanzando hacia la mesa y se da cuenta de que el local es más grande de lo que parece. Estilo rústico y ambiente bullicioso, con mesas vestidas para la batalla donde unas copas decentes para el vino son acogidas como un auténtico cáliz.
Cuando viajo o excursioneo cada vez paso más de entretenerme con la carta de vinos, puesto que me quedo básicamente en el grupo de los de la zona. Nos bebimos un Penya Cadiella 2010. Descorchado sin cuidado de camino a la mesa, es decir, mientras andaba el camarero y, creo, parte interesada en el negocio. A temperatura adecuada, eso sí, y como dejo caer anteriormente, cambio de copas.
Para compartir los cuatro pedimos unos calamares a la romana, un surtido de croquetas (jamón, bacalao y boquerón) y uns bolets de xop (setas de chopo) con ajitos y jamón ibérico.
En los calamares me miró mi hijo mayor, que se está haciendo más "putita" que su padre en esto de comer, con esa expresión de condena, pues dio por hecho que eran de bolsa. Yo dudé por la irregularidad en su forma y en cuanto tuve lance pregunté con ese adoptado interés del que está entusiasmado que cómo los hacían. Pues bien, de anillas congeladas rebozadas por ellos. De manera que sus hormonas juveniles se vieron reforzadas más si cabe y mi ego apenas con un rasguño.
Las croquetas, pequeñas y feuchas pero buenas. Y el salteado de setas, de cultivo como tantas, sencillo y gustoso, porque con esa preparación no cabe otra.
En cuanto a principales, dos se pidieron gazpachos manchegos Mariola, los cuales probé y estaban suaves y sabrosos. Los hacen con la torta totalmente cocida y con la carne desmenuzada. Otro, una chuleta de cerdo ibérico. Por lo que a mí respecta, comí borreta (Guiso de espinacas, bacalao, patatas, pimiento, huevo). Un plato de los típicos que, aunque estaba bueno, de vez en cuando me venía un tufillo a barro rancio, y el taco de bacalao algo reseco, por lo que imagino que la ración te la calientan en el horno. No lo suficiente satisfecho con la comida hasta ese momento, tenía ahí un "come come" en el estómago, opté, por añadirme, unes bajoques farcides (pimiento relleno de arroz). Sin duda, hice bien. Buenísimo este pimiento al horno relleno de un arroz con un fondo de casa y condimentado de manera ideal para este plato.
Sin sitio para postre entero, me dediqué a cucharear. Pues oye, ni idea de cómo serán los otros tres mejores tiramisú nacionales, pero éste estaba muy bueno. El camarero nos dijo, bueno, a mi mujer, que el suyo estaría entre los cuatro del país seguro de haber un ranking. Valent, eh...
Los postres de los chavales eran unas bolas de helado de vainilla caseras, cosa que se notaba tanto en color como en el sabor.
Este paraje mediterráneo seguirá ahí, y la pensión Mariola por la marcha que lleva, también. Repetiría ¿por qué no? Variaría los entrantes, pediría de nuevo esa bomba de pimiento relleno y le daría más protagonismo a los postres.