Supongo que cuando te recomiendan un restaurante, se generan ciertas expectativas hacia el mismo. De ahí, el título del comentario. Pasó a contar mi experiencia.
Local con dos ambientes (circunstancia que descubro al llegar), uno más sofisticado (tipo restaurante) y otro más vulgar (tipo bar de tapas). Casualmente entramos en el primero y nos instan a preguntar por la reserva en el otro lado. Finalmente es en éste último donde parece ser tenemos la mesa, por lo que escribo sobre él. En cualquier caso nos señalan que no existen diferencias entre ambos en cuanto a servicio, comida... solamente en lo referido al ambiente y el vestido de mesas.
Nos ubican en una mesa tipo cafetería, pequeña, del tipo de una pata central. Los manteles son individuales, de papel, serigrafiados con el logotipo del establecimiento. Un vaso de agua tipo copa cuadrada y otra copa de vino pequeña, tipo chateo de tasca. Ambos generosamente provistos de esas marcas provocadas por los continuos lavados en el lavavajillas. Poco espacio entre mesas, casi amontonadas.
Nos atiende de forma correcta un camarero que nos canta la carta que lleva apuntada en una pequeña libreta, doy fé de que existen cartas, pero... Tras pedir las viandas, nos pregunta por el vino limitándose a decir ¿Rioja o Somontano?, al final se apiada de mi y me trae la carta aunque mi animo por degustar un buen vino está ya en el sótano. Por lo visto y como hemos pedido ensaladas, pescado etc... decido elegir un vino blanco, Viñas del Vero gewürztraminer, de entre las poquitas opciones. Sorprendente que en la carta de vinos no existiera ningún vino joven, siendo todo crianzas y reservas (¿Quien se gasta 50€ en un vino aquí?, perdón por el comentario pero si no lo digo me muero?). Aparece el vino en escena, nos lo va a servir... en esta copa? Pues si, porque las copas elegantes están contadas, tal cual. La botella acaba finalmente en un cubilete de esos tipo enfriador, peor hubiera sido dejarlo en la mesa, me consuelo.
La comida. Un entrante para compartir, foie cortado en dos tacos alargados con higos caramelizados, los biscottes para untar, de los de supermercado. Aún así correcto. Segundos, mi acompañante, Menestra de Ensaladas con Salmón Ahumado, Langostinos y Gulas. Sin ninguna alegría, ni siquiera una vinagreta ingeniosa, algo, lechuga, salmón ahumado normal, langostinos cocidos y las gulas de las de marca comercial de la tele, ni siquiera hechas en un buen aceite. Yo, cogote de merluza, en salsa verde; si, acertó, angulas y patatas cocidas. Correcta de textura, pero insipida, ni el pescado en sí, ni la salsa, ni siquiera se notaba el trozo de cayena que purulaba por ahí. Ah, las angulas, tampoco.
Postre. Había visto pasar algunos platos cerca de mí, ¿recuerdan las mesas amontonadas?, que ya me habían convencido de finalizar ahí la cena. Mi acompañante, más despistada que yo, se anima con los profiteroles con chocolate caliente. Tiesos, e... insipidos, el chocolate... pues menos mal que llevaban chocolate que si no.
Llegado a este punto, en esa virtud humana de tratar de disculpar a mi aconsejante, pensaba en que quizás me habían recomendado un lugar para tomar una cervecilla, una tapa, los huevos rotos, algo así batallero, y que quizás yo me había llegado a unas conclusiones incorrectas. Ahora me traen la cuenta, y esto cuesta cuatro perras y bueno, no vuelvo de todas formas pero para lo que ha costado... 89€. Espero se me reconozca el merito de poner lo que pague y que ésto sea de dominio público. En fin.