No voy a hacer una crítica al uso, ya que nada tengo que "criticar" en el sentido crítico de la palabra. El trato que recibimos de Mariajosé y su marido Juan José (éste cuando ya habíamos comido y dejó los fogones para darnos las sabias explicaciones que habíamos pedido sobre el singular arco mudéjar), complementados por una diligente camarera de acento nada castellano, me obliga a ser noble (nobleza obliga) pero sin faltar a la verdad ya que es una referencia más que recomendable, de notable alto. Comimos como príncipes medievales, con vino (el rioja de la casa, de 2011, excepcional de punto y temperatura) y postres, bien las sugerencias de Mariajosé, bien algún capricho que llevaba in mente como las verduras escabechadas, y a nada se le puede poner un pero. Hasta la tortilla del aperitivo de la casa estaba magnífica. Cristalería y vajilla muy cuidadas, y en fin, que advirtiendo que entre semana los propietarios se dedican a otros menesteres igualmente apasionantes (para no darse el viaje en balde) es una referencia a recomendar. Imagino las tertulias que con copa y puro debieron organizarse en aquel comedor, cuando no éramos tan "europeos" y sí más tolerantes.

Pues sí, el día de la Madre decidí acercarme con la familia a este coqueto sitio, que ya conocí hace años(estuve alojado y cenando) de grato recuerdo. El reencuentro fue muy positivo, teniendo especial relevancia el trato directo de los dueños(maitre y cocinero), que se nota y mucho. La cocina es creativa, variada y con buen producto(verduras,carnes y pescados), amen de raciones contundentes. Carta de vinos trabajada, comimos con un Prima 2008, aunque despunta en precio en alguna ref.
El sitio mantiene el encanto de siempre(llevan 16 años), en lo alto del pueblo, atalaya del valle de Lozoya. Recomendable dar un paseo por la muralla y la iglesia del vecino Buitrago, a orillas del Lozoya, y también por su curioso museo del que fuera barbero de Picasso.

Buena opción para comer en los alrededores de Madrid,está en un pequeño pueblo en la zona de Lozoyuela.Carta bastante corta,unos cuantos entrantes,unos 3 pescados y 4 o 5 platos de carne.Comí un plato que nos ofrecieron fuera de carta que eran colmenillas preparadas de dos maneras diferentes una al estilo tradicional francés y otra rellenas de queso,para mi gusto mejor la primera en textura y sabor.De segundo perdiz con judías blancas,este plato se les pasó en el fuego resultando la perdiz seca y las judías morenas.De postre(4/5 opciones)me decidí por la torrija con helado,muy sabrosa,si mejoraran el caramelizado podría competir con la de Aduriz.Carta de vinos correcta y también los precios,no hay servicio de vino tras la primera copa.Servicio con altibajos,muy correcta la que parece la dueña y no tanto el resto.Os aconsejo que pidáis una mesa en el ventanal.

Pequeño, sobrio y acogedor local situado en un privilegiado entorno de la llamada “;Sierra Pobre”; de Madrid. Preciosas vistas del valle del Lozoya.
La carta de cocina es bastante escueta basada en productos de temporada con materias primas de buena calidad, cocinadas y presentadas con imaginación y cierta brillantez. Magníficos el arroz meloso con setas y calabacín, el jarrete de cordero lechal y el rabo de toro. Postres imaginativos y bien ejecutados.
Carta de vinos también escueta pero bien escogida y enteramente nacional donde tenemos vinos de las principales DO con alguna referencia curiosa (ej. el Txacolí Itsasmendi 2006, muy rico con los aperitivos). Precios algo inflados, aunque no en todos los vinos. Buenas copas y vajilla.
El servicio es el típico de los restaurantes de la sierra madrileña, bueno entre semana, pero desbordado y lento los fines de semana.
Un local que merece la pena visitar por su emplazamiento y su buena calidad de cocina. Además dispone de habitaciones. Intentar evitar en fines de semana aunque por desgracia es cuando puedes ir a estos sitios …Precio medio 45 euros.