Reivindicando el clasicismo

La ocasión la pintan calva. Así reza el refranero español y, fieles a ello y pese a ser lunes, aprovechamos un viaje relámpago a Alicante para pasarnos por esta popular barra de la ciudad. Otra frase que me gusta, ésta de cosecha propia, es aquella de “una comida es una comida y sus circunstancias” y, en el caso que hoy nos ocupa, me gustaría exponer el contexto en el que se desarrolló esta cena para entender mejor el disfrute que nos supuso.

Fuimos tres amigos al aeropuerto del Altet a recoger a un cuarto compañero que llegaba desde Inglaterra tras pasar allí más de diez meses y sin haberlo visto en todo ese periodo de tiempo. Cuatro amigos desde la infancia, con ganas de celebrar el reencuentro y hacerlo de la mejor manera. No había ningún plan trazado, no les miento, pero la cara se nos iluminó cuando dos de nosotros pronunciamos casi al unísono el nombre del Piripi.

Se trata de un lugar con mucha solera en la ciudad de Alicante, al igual que su casa “madre”: el nou Manolín. Decoración clásica, de inspiración rústica con predominio de la madera, el ladrillo cara vista y la manisa valenciana. Igualmente clásico el personal por su trato y su indumentaria. Profesionalidad a gogó, eso sí, transmitiendo disfrute y fe en lo que se hace. Así da gusto. Nos sentamos en una de las barras junto a un ventanal que da a la calle.

Carta extensa con un gran número de propuestas. Aquí prima el producto, especialmente las verduras y los productos del mar. Buena selección también de jamones y demás embutidos. Las elaboraciones no revisten gran complicación. El único riesgo que se corre es no lanzar a perder joyas de la tierra o el mar como las que se exhiben en sus vitrinas por darles un tratamiento inapropiado. Nuestra comanda fue la siguiente:

Solomillos de salmón con su vinagreta de aguacate: Tacos de salmón ahumado del tamaño de un dado, quizás un poco mayores, con motas de varias vinagretas: la propia de aguacate, una de ajo negro (me pareció), una de mostaza… Cierta desilusión al llevarlo a la boca y sentir el ahumado. El salmón tenía pinta de estar crudo-marinado, que es como más me gusta. Aún así, producto excelso.

Alcachofa con crema de foie: Media alcachofa para cada comensal perfectamente “limpia” con una crema bastante líquida de foie. Sabor muy domesticado, cierta falta de contundencia.

Tataki de atún: Si bien la cocción del túnido se puede catalogar como moderna o contemporánea, como mínimo, el plato no muestra acompañamientos tan vanguardistas como se acostumbra en otros lugares: la salsa de soja, el wasabi, las algas wakame… En su lugar una rica gelatina de tomate, unos tomatitos semideshidratados fritos y pimiento verde crudo y cortado en finísima juliana. El atún para echarse a llorar por su calidad y por el acertadísimo punto de cocción.

Pulpo y mejillones al aroma de curri: Tremendo el calibre de la pata, perfecta su textura y sabor e imperceptible el curri al combinarlo con el pulpo. Muy curioso nos resultó, eso sí, notar ese gusto de curri al tomarlo junto a los mejillones de roca. Intencionadamente o no, se consigue sorprender con este efecto gustativo.

Gamba roja a la plancha: Tres unidades por comensal. Sabor imborrable del crustáceo aunque algo ensombrecido por la abundante sal que lo impregna. Hay que hacer un verdadero ejercicio de limpieza antes de tomarlas. Creo que, aunque la cocción a la plancha exige esa capa de sal, deberían llegar a la mesa desprovistas de ella.

Riñones, mollejas e hígado: Intenso el sabor de los riñoncitos, no apto para todos los paladares, riquísimas las mollejas, troceadas en pequeños pedacitos y con una especie de rebozado y un tanto pasado de cocción el hígado (quedó seco). Acertado el acompañamiento con pimientos de Padrón y ajetes tiernos salteados.

Tomamos dos vinos bien ricos: y Vallegarcía Viognier. El segundo era de la añada 2012 y eso se notaba tanto en su color como en los matices que dio en boca. Nos encanto esa evolución en botella. La carta es extensa, de corte más bien clásico, y con muy buenos precios. Así sí se permite el disfrute de grandes vinos.

Aunque como se ha explicado al comienzo no era cuestión prioritaria, cenamos estupendamente y bebimos igual o mejor. Me reitero en la idoneidad del personal y en la selección que se hace del producto. Aconsejable si uno está por la ciudad.

  1. #1

    oscar4435

    Pues no esta mal tomarse un tataki , de buen atún y bien hecho , que es un plato tan de moda , que a veces pienso que no ponen cuidado en la elaboración.

  2. #2

    Isaac Agüero

    Y de nuevo no parece estar nada mal de precio para esos productos...

  3. #3

    Antoni_Alicante

    en respuesta a oscar4435
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    Éste estaba espectacular, digno de mención.

  4. #4

    Antoni_Alicante

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    Las raciones no son excesivamente grandes y la gamba estaba a 200 €/kg. Aún así, la cuenta final es muy buena por lo que comimos y bebimos.

  5. #5

    Gastiola

    Pregunta obligada: saliste "piripi"? :-)

  6. #6

    Antoni_Alicante

    en respuesta a Gastiola
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    Salimos felices

  7. #7

    Jeronimo

    Pues a un servidor lo viejo no le gusta, pero lo clasico le encanta.

  8. #8

    G-M.

    Por lo que te leo, cambia drásticamente de registro del mediodía a la noche

  9. #9

    JoseRuiz

    Hace muchos años que no voy pero por lo que leo sigue en forma.
    Pediste tu vino fetiche...

  10. #10

    Antoni_Alicante

    en respuesta a JoseRuiz
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    Ambos dos me encantan. Y el Vallegarcía tenía un puntito envejecido muy interesante.

  11. #11

    Abreunvinito

    Este es el Nou Nou Manolin ??

  12. #12

    Antoni_Alicante

    en respuesta a Abreunvinito
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    La misma gestión

  13. #13

    Abreunvinito

    en respuesta a Antoni_Alicante
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    Pues mejor lo de Piripi que el Re-Nou Manolin

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