Llegamos andando, dando un paseo por La Concha hasta el peine del viento y comenzando con la subida al monte Igueldo.
De aperitivo ofrecieron dos sabrosas croquetas de jamón.
Pedimos las kokotxas, que a mi acompañante le resultaron pelín sosas, y a mi me gustaron mucho. Una ración de txangurro de nuevo maravillosa, que sabor! De segundos unos buenos chipirones en su tinta acompañados de arroz y un entrecotte a la parrilla, ración justita pero con un sabor fenómeno. De postre tomamos el helado de Idiazábal con frutos rojos.
Poco que añadir a la carta de vinos, es para deleitarse: decir que en la carta de comidas tienen unos diez vinos recomendados, quizá para los que no quieran liarse con el libro de los vinos: allí había un Marqués de Riscal de 1987 que me llamó la atención, por 18 euros. Al final nos decantamos por un Viña Tondonia de 1996 (28 euros) que se fue abriendo durante la comida y acabo glorioso.
Rekondo es uno de esos restaurantes que escasean, semejante monstruosidad de bodega invita a reunir a un grupo grande con ganas de probar varios vinos. La comida, si bien no está a la altura de los vinos, si es notable y la calidad es innegable.
Volveremos.
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