Restaurante Rekondo en San Sebastián
Restaurante Rekondo
País:
España
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:

Añadir vino por copa

Precio desde:
50,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Cierra:
Miércoles, 15 días de junio y tres semanas en noviembre
Nota de cata PRECIO MEDIO:
88 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
8.1
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
8.9
Comida COMIDA
8.1
Precio medio entorno ENTORNO
7.8
RCP CALIDAD-PRECIO
7.3
Acceso
Pastel de chocolate
Monte Real 1973
Canutillos de crema
Lenguado
Kokotxas
Ensaladilla de bogabante
Carpaccio de carabineros
Helado de queso
Kokotxas
El txangurro
Opiniones de Rekondo
OPINIONES
29

Advertencia previa: No sé por qué, pero hoy me ha dado por la vena cinematográfica. Espero que pueda aguantarse el comentario.

Siguiendo con el transcurso de una excepcional semana en San Sebastián, tocaba la segunda gran cita gastrónomica del viaje, la cual estuvo orientada, desde el primer momento, a un objetivo preferencial: conocer la bodega descrita en los comentarios anteriores.

Entorno: situado en el regazo de uno de los montes míticos y más bonitos del mundo mundial -el Igeldo, escenario de vivencias de mi más feliz niñez-, la llegada al restaurante debe realizarse -diría que casi necesarimente- en coche (pues se encuentra a mitad de la cuesta/carretera del citado monte), disponiendo aquél de un pequeño aparcamiento para 10 ó 15 coches.

El restaurante -tipo caserón- es amplio en capacidad, disponiendo de varias estancias o salas, amén de una agradable terraza descubierta (para unas 30 pax), la cual es aprovechable cuando el tiempo en Sanse lo permita. En nuestro caso, hacía fresco y optamos por cenar dentro.

El sitio tiene encanto. Accedes por la terraza antes comentada y, pasando por la recepción en la que cobran, una de las camareras -todas ataviadas con una vestimenta negra que haría las delicias de la mismísima Lola Gaos en sus papeles más dramáticos- te acompaña a una de las estancias en las que te pueden ubicar. Una cuestión previa importante: ví algún saloncito privado con capacidad para 8/10 pax. Interesante sitio para disfrutar de todo lo que aquí tienen.

Nuestro salón -sobre 60 pax- era una estancia muy agradable, con el suelo mitad de terrazo y mitad de parqué. Bonito, muy limpio, mesas grandes, con buena separación entre ellas, sillas de madera que me resultó un pelín incómoda; decoración con gusto. Mesa aparte para la preparación del vino. Algunas pequeños detalles de forjados. Con gusto. Cálido, aunque bastante, bastante ruidoso.

Si me he de quejar de algo, es de la ubicación de mi mesa, por dos razones: a) estar al lado de la puerta de la sala, lo que no fue mayor inconveniente, aunque me hubiera gustado estar algo más recogido. Pedimos el cambio de mesa, pero no fue posible; y lo hubiera agradecido, pues b) nos tocó al lado de tres familias "bien", "de las de siempre" (no diré procedencia ni origen), en las que destacaban -grito va, grito viene- tres personajes: 1) el que presidía, que lo primero que hizo fue dejarme a la vista sus pinreles, pues se descalzó; 2) la señora de uno de ellos, que pasó toda la cena a base de gin tonics (gustos hay, sin duda); y 3) el triunfador, que, según nos recordó a todos los de la Sala, facturaba contratos de 6 millones de euros.. todo ello entre vozarrones de "que aquí el foie no ha llegao" y "ponnos más gasolina" (al sumiller, en tono descortés), en referencia a las múltiples botellas de champan delamotte (básico) que tomaron ... quizá porque todos ellos ignoraban dónde estaban, quizá -triunfador- porque, a pesar de lo que facturas, las alpargatas que llevabas me recordaron de inmediato a las que calzó, hace casi 50 años, Paco Martinez Soria en "La ciudad no es para mí".

Perdón por el pequeño brevete, pero hay cosas que ya me resultan difícilmente soportables. Continuemos con lo que tiene interés.

Manteles y servilletas de tela blancos y bastante nuevos. Correcta cubertería y buena vajilla, de corte modernista. Me extraño, sin embargo, el nivel del coperío: excesivamente normalitas para lo que allí se puede llegar a degustar y en las que te ponen lo que pidas, sea champan, un viejuno, un Vega o el agua. Posiblemente si las pides te pongan otras, pero no es el caso. Es lo único que, en materia vinícola, merece un reproche en este lugar.

Servicio y servicio del vino: En pocas palabras y rápido: excelente. Muy amables las camareros y un espectacular sumiller, amén de los sabios consejos que, en ocasiones, puede llegar a prestar el propio Txomin Rekondo.

Muy bien entre plato y plato.. Rápido y diligente, sin esperas; pero con tiempo para hablar, comentar, lo que siempre vienen bien para tomar alguna nota.

Volviendo al tema vino, sólo decir que lo comentaré con detalle al final. Un breve apunte: carta descomunal, del tamaño de una tesina y con unos precios tremendamente comedidos, un lujo. El sumiller, como he dicho, excelente -hice buenas migas con él-. ¿podremos ver la bodega?, por supuesto. ¿Qué nos recomienda?.. Pues he oido que con algo similar a lo suyo Rekondo dice que .... Perfecto en la presentación y apertura de la botella -era un Viña Real del 81 (50 euros)-, dejándola de pie 15 minutos, perfecta apertura con bilaminas -lo prefiero al degüelle-, limpiando el borde, ofreciendo el corcho, ... todo con mimo, con cariño: un profesional de largo.

Del vino solo diré que EXCEPCIONAL: me hubiera gustado comentarlo aparte (de hecho tomé alguna breve nota), y dejar la referencia, pero los ojos de mi mujer ya echaban unas miradas que ríanse de las de Harry "El sucio"; de ahí que me remita al excelente comentario que, sobre el particular, hace nuestro colega de foro Jose Carlos y que suscribiría de pe a pa y por el que le felicito (https://www.verema.com/vinos/38177-vina-real-reserva-1981).

Comida: Una carta muy variada con unos 10 entrantes, de muy buena factura y con opciones de muy distinta naturaleza. Y de segundos, los pescados (bastantes) y carnes tradicionales de la tierra. Tremendo género, dejando la sofisticación a un lado y dando preponderancia a la materia prima.

Nos sirvieron dos pequeñas croquetas de entrante (de merluza, con no excesivo sabor), con un único pan, tipo chapata (bueno).

Optamos por compartir dos entrantes: a) Morcilla de Urt, con salsa de pera, fresas, canónigos y galletas de queso. Buena conjunción y Riquísima la morcilla -picantita, suavizada con la pera y grasa, contrapuesta con la fresa). La galleta: decorativa. b) Carpaccio de carabineros con frutillos rojos, aguacate y lima: también muy rico. Todo ello, además, con una buena presentación.

De segundo: un rodaballo a la brasa. Muy bueno, sobre 1,5 kilos. Aquí hubo un pequeño "pero", lo sirvieron con exceso de aceite. De hecho, soy muy de untar, pero en esta ocasión no lo hice; bastaba con sacarlo del recipiente y disfrutarlo. Por supuesto, excelente cocción.

No hubo postres, ni cafés. No sacaron petits fours, pero el sumiller nos ofreció sendas copas de generosos.. a mi mujer directamente un PX de Gonzalez Byass que no logré ver. Y a mí me ofreció -ya habíamos charlado tres veces a lo largo de la cena, y había buen rollo- un pequeño regalo envenenado: una ciega. Acerté lo básico -era un Porto colheita-, aunque me quedé corto de años (dije principios de 80' y era un 73).. Bueno, no está mal para un querubín como yo en la materia.

Finalizado todo ello, llegó el momento estrella: la visita a (parte de) la bodega, situada en los bajos del caserón. Nos acompañó un matrimonio mayor, y unos familia de rusos (moscovitas) de mediana edad con una hija espectacular con buen dominio de nuestro idioma y que estaban de visita por Biarritz, San sebastián, Barcelona y -ojo al dato- Benidorm (??).

Por abreviar: todos los yquem, todos los moutons (la magnum del 38 como recien salida de fabrica, la firmada por picasso, la de doble etiqueta), todos los vega sicilia, prácticamente todos los viejunos de rioja -los cune, los lopez de heredia, los riscales, los ygay ...-, todas las cosechas emblematicas, 64, 70, 68, 73, 81.., perfectamente apilados pero en cantidades descomunales, buffff.. Oiga, que yo sólo bebo petrus y soy de mucho beber..... pues le ofrezco una Rehoboam del 89.. Yo es que soy más de borgogna .. pues todos los Contis... Es que a mi me gusta el blanco.... todos los tondonias -una de las estancias presidida por uno del 22-.. Y a qué precios, amigos. Los viejunos, los grandes de 40 a 120 euros; Los vega sicilias añosos a 250/300 euros; Un grande como el Mauro vendimia seleccionada del 96 a 75 euros!!.

En definitiva: la grande bouffe, pero en version vino. Grandísimo!!.Lo que son las cosas: cuando era niño pensaba que el parque de atracciones estaba en la cima del Monte Igeldo, y ahora que me hago mayor caigo en la cuenta de que está a mitad de cuesta...

Un ruego: si vais allí a beber, llamadme. Quiero pensar que también en mi caso el cartero me llamará dos veces.

Comida para tres, un domingo 4 de agosto. La subida como siempre, muy agradable, un paseo por la concha con parada en La Perla, y sin ni siquiera saludar al peine del viento por falta de tiempo tiramos hacia arriba, hasta llegar a Rekondo.

Tres personas, bien acomodadas en la terraza. Por primera vez comemos aquí, siempre habíamos estado dentro, y debo decir que fue un Lujazo comer aquí fresquitos.

El servicio fue atento y correcto toda la tarde, y estuvimos desde las 14:30 hasta casi las 18:00.

Bebimo dos botellas de vino blanco, un Vallegarcía Viogner y un Godello, Louro, a cual mejor, bien servidos, en copas decentes. También agua y dos Estrellas de Galicia 1906.

Comimos muy bien, unas kokotxas deliciosas (11 kokotxas para 3), una centolla en txangurro buenísima y unas rabiosas guindillas, y cuando digo rabiosas no me refiero a picantes, me estoy refiriendo a jodidamente endemoniadas. De segundos un es-pec-ta-cu-lar rodaballo brasa que compartimos el pequeño demonio y yo, y unos chipirones en su tinta con arroz (servicos en dados, no el 'bicho' entero). De postres el buenísimo helado de Idiazábal, una torrija caramelizada y un hojaldre de chocolate blanco, bien todo.

La bodega ya se sabe, está preparada para gozar, para gente que sepa apreciar los vinos de antaño a un precio insuperable, o para gente 'jóven' como nosotros que nos apetecía vinos de hoy en día a buen precio.

Un Pero, y es repetido de otra vez: es una comida de casi 100 euros por persona, se me ocurrió pedir 3 chupitos de pacharán: digan ustedes lo que quieran, pero cobrar 3,5 euros por cada chupito... no nos gusta. Ahí lo dejo.

(Al entorno de doy esta vez un 10 porque la terraza nos fue fetén, el precio que pongo es con todo lo comentado).

Al buscar restaurantes en Donostia, aparece este con un premio que dice ser una de las cinco mejores bodegas del mundo. Uno lo lee y a continuación indaga a ver que tiene, que ha hecho para merecer semejante laurel. En su web dice tener 127.000 botellas en su bodega, muchas son, y mucho espacio necesita para almacenar semejante tesoro.

El restaurante está ubicado en la subida al monte Igeldo. Es un caserío con una terraza ideal para el verano. En su interior, las mesas están bien vestidas, con suficiente separación. A pesar de los años de la casa, tiene un porte señorial.

Al acomodarnos y traernos la carta, preguntamos si podemos visitar la bodega. Nos atiende amablemente Martin, un joven sumiller que nos hace bajar una planta y ahí empieza el espectáculo. Salas, salas y mas salas repletas de botellas de vino, cavas, champagnes, espiritosos, todas acondicionadas, perfectamente aclimatadas dependiendo del tipo de vino, con regulación de humedad y renovación del aire, un tesoro que solo un loco apasionado por el vino como Txomin Rekondo es capaz de almacenar. Es una locura y eso que sólo accedemos a un planta. Tienen más. Las botellas descansan en la mas absoluta penumbra, nadie las toca jamás hasta el momento de su puesta en escena en la mesa. Hay colecciones completas con todas las añadas de un mismo vino, Marqués de Riscal, Vega Sicilia, varios Borgoñas y Burdeos, Romanée Conti (solo les vende una botella al año con una producción que no llega a las 5000 unidades), vinos únicos de los que sólo queda una botella, Martin no para de hablar, nos cuenta la filosofía de Txomin, lo difícil y los contactos que hay que tener para conseguir muchas de las botellas allí expuestas, es una enciclopedia, no se como se puede saber tanto de tantos vinos y sus añadas. Nos dice que tienen unas 150.000 botellas, buffff…. Es una sensación indescriptible, admiración, envidia, pero la visita toca a su fin, hay que cenar y desgraciadamente no hay tiempo para mas.

Volvemos de nuevo a nuestra mesa y como tenemos claro el plato principal, pedimos que nos recomienden el resto, y esto es lo que tomamos:

ENTRANTES:

Foie gras de pato.- Excelentes y cumplidas piezas de foie acompañadas de una mermelada de ciruela y helado de mandarina.

Carpaccio de cigalas.- Generoso plato bañado con aceite de oliva y cebollino.

PRINCIPAL:

Cogote de merluza.- Estando en Donostia, cómo no lo íbamos a probar. Hecho a la brasa, muy poco hecho, dos enormes cogotes de una merluza de unos 4 kilos regados con un poco de mantequilla, aceite y ajo. Excelente, perfecto, sublime, una delicia, estos vascos saben hacer muchas cosas y esta la bordan.

No tomamos postre, la barriga estaba a punto de estallar.

VINO: Nos aconsejó un vino de Castilla y León llamado Albares, una edición limitada a 700 botellas, 100% garnacha, un pelín ácido al principio pero de excelente evolución. Un desconocido que nos gustó. El servicio consiste en dar a probar y servir la primera copa. Copas Riedel. Mi puntuación va a ser de 10, no por el servicio en si en la mesa, sino por el esfuerzo que hace Txomin en tener una bodega que económicamente debe ser una ruina, el amor al vino y la excelente visita que Martin nos obsequió.

Llegamos andando, dando un paseo por La Concha hasta el peine del viento y comenzando con la subida al monte Igueldo.

De aperitivo ofrecieron dos sabrosas croquetas de jamón.

Pedimos las kokotxas, que a mi acompañante le resultaron pelín sosas, y a mi me gustaron mucho. Una ración de txangurro de nuevo maravillosa, que sabor! De segundos unos buenos chipirones en su tinta acompañados de arroz y un entrecotte a la parrilla, ración justita pero con un sabor fenómeno. De postre tomamos el helado de Idiazábal con frutos rojos.

Poco que añadir a la carta de vinos, es para deleitarse: decir que en la carta de comidas tienen unos diez vinos recomendados, quizá para los que no quieran liarse con el libro de los vinos: allí había un Marqués de Riscal de 1987 que me llamó la atención, por 18 euros. Al final nos decantamos por un Viña Tondonia de 1996 (28 euros) que se fue abriendo durante la comida y acabo glorioso.

Rekondo es uno de esos restaurantes que escasean, semejante monstruosidad de bodega invita a reunir a un grupo grande con ganas de probar varios vinos. La comida, si bien no está a la altura de los vinos, si es notable y la calidad es innegable.

Volveremos.

No puedo decir que sea la mejor, o la mas grande porque me queda mucho por recorrer, pero... dudo mucho que haya bodegas mejores y no me refiero a España. Realmente brutal. Parece una biblioteca de pelicula. El contenido se desmarca por colecciones de vinos de un determinado tipo, pero no deja de ser por ello de un valor cercano a un Museo que personalmente creo debería de rayar en el estar protegido por algun tipo de institucion. Gastronomicamente el lugar no es tan deslumbrante, teniendo en cuenta el escenario y la competencia, pero el entorno de la subida a Igueldo y esa bodega deberían de ser como la peregrinacion a La Meca...obligatorios. Servicio cercano, amable y servicial. Pido un primero y un segundo y se ofrecen a sacarme medio primero y dos medios segundos que asi me cobraron. Una morcilla de Urt de primero con verduras y de segundo medio plato de Txangurro y medio de merluza en salsa. Un Viña Real Seleccion Especial de 1964 que fue a mi pesar la atraccion de medio restaurante al degollarmelo Martin, el sumiller con tenazas al rojo vivo, numerito que no es de mi pasion pero que en este tipo de vinos y posibles peligrosos corchos esta mas que justificado te guste o no. Por cierto, Martin, fue superamable, me enseño ese santuario de bodega durante casi una hora, olvidandose del mundo y mostrandome Romanes, todos los Roschiltd, Vega Sicilias, Tondonias y yo que se del Mundo Mundial
Un Palo Cortado antes de empezar a comer, al acabar una tarta de manzana casera y exquisita. Cafe. 140 euros un comensal incluyendo los vinos comentados. Volvi feliz

El problema del Rekondo es que esta en San Sebastián, la ciudad del mundo (y mira que el mundo segun dicen es grande), con mayor número de estrellas michelin por metro cuadrodo/habitante, "cualquiera" conoce, aunque sea de oidas el Arzak, Martin Berasategui, Akelarre...si este restaurante estuviera en cualquier otro lugar de España, habria oleadas de peregrinos. El Rekondo tiene, sin duda, la mejor carta de vinos (tanto por número de botellas + de 100.000, como por referencias +2000) y lo que es mejor y hace que casi las lagrimas se agolpen en mis ojos al recordarlo a unos precios...POR FAVOR, si vas al Rekondo, (solo una visita a la extrordinaria bodega justificaria el viaje), no pidas Mauro, no pidas Roda...no pidas algo que puedes encontrar en cualquier sitio date el capricho (capicho que te saldra barato) de pedir algo único, algo que sólo puedes encontrar aqui...rioja de los de verdad (el bosconia del 76 que acompaño la comida, por el irisorio precio de 65 € aun resuena claro en mi paladar), porque no tirar la casa por la ventana ...Mouton-rothschild, Latour, Romanée-Conti...un Vega-sicilia de tu año de nacimiento. Para acabar con el tema del vino el Wine Spectator en su número de agosto elige al Rekondo, (junto con cuatro restaurantes americanos Eleven Madison Park, Gilt, The Pluckemin Inn...)como el restaurante con mejor carta de vinos del mundo (hay es nada la del ojo y lo llevaba en la mano), no alcanzo a comprender porque no se le ha dado a esto la publicidad suficiente, (me entere el jueves mientras cenaba), si a todo esto unimos el atento trabajo del somelier Martin Flea, hacen de este lugar un visita obligada para cualquier amante del vino que se precie. en el lado de los peros las copas son mejorables, sin ser malas, se hecha de menos coperio Riedel.
Si solamente el vino haria imprescindible una visita la comida no le va a la zaga, no busque comida de autor, ni espuma ,ni nubes , ni platos minimalista, producto de primera, presentaciones cuidadas y platos contundentes, maravillosos los chipirones en sutinta, imolvidables la carrilleras (con un estupendo acompañamiento de piña y una especie de cabello de angel de mango), siempre encontraras algo de caza, postres muy logrados con una presentación espectacular. servico atento, rapido midiendo los tiempos, los uniformes son un poco "gracita morales" pero este sitio en muchos aspectos es de otro siglo, y espero que lo siga siendo por muchas decadas.-

Visita al Rekondo en ruta gastronómica por Euskadi.
Me habían hablado muy bien del sitio, y la comida es realmente buena, aunque algo pasada de precio.
De primero unas kokotxas de merluza ( sublimes ) y un txangurro también excepcional.
De segundo chuletón para compartir, con pimientos y patatas fritas. El chuletón bueno ( algo pequeño ), pero los pimientos sin duda los mejores que he comido en mi vida.
De postre una torrija ( actualizada ) también genial.
Respecto al vino. En mi vida he visto algo igual. Para cada referencia ( de las clásicas ) tenían entre 10 y 20 añadas distintas. Simplemente espectacular, aunque es custionable el estado en el que pueden estar algunos vinos de 1920..
Para una carta de vinos tan buena, el servicio no acompaña. Copas mediocres que no hacen justicia.
Al finalizar la comida pedimos que nos enseñaran la bodega. Hay que verla, es impresionante y el sommelier la hace muy agradable.
La sala y el servicio también muy agradables.
En definitiva, hay que visitarlo, pero con el precio se les va la mano. El chuletón 48€, se suponía que había 1kilo, pero realmente no pesaba más de 600g.
La guarnición del chuletón nos costó 16€ ( pimientos y patatas ), que me pareció fuera de lugar.
Total: 250€, 2 personas

Pues eso lugar de visita imprescinble para cualquier amante de los vinos que se precie. Cada vez que voy me gusta más...han "solucionado" alguno de los pocos peros que encontraba al lugar, si la carta de vinos es enciclopedica, adolecia de falta de Champagne, solucionado, en un lugar en que el vino era el rey se echaba de menos un sumiller...han contratado a un chico argentina (siento no saber su nombre), que conoce el oficio. Carta de vinos para soñar y para darse un capicho o varios...75€ un bosconia gran reserva del 1976 (cuando la propia bodega lo esta vendiendo a 300€). Producto de primerisima calidad, bien elaborado, con presentaciones cuidadas. Cada vez que voy a San sebastián comer y visitar la bodega de este magnifico lugar forma ya parte de la rutina.

Subiendo hacia el Igueldo, entrada complicada, en curva, con poco sitio de aparcamiento, hay un mirador con más sitio unos metros más adelante.

Había varias mesitas en la terraza, la otra vez que fuimos me pareció que no estaban (o quizá no me acuerde).

Comimos en la misma mesa, bien vestida, con un servicio correcto durante toda la comida.

De la carta de vinos que decir, un tomo de Larousse; esta vez tomamos un Vallegarcía Viogner, extraordinario. También una cerveza, una botella de agua y un chupito de patxarán, riquísimo (a 3,5euros).

La carta nos pareció corta, pero me da la impresión de que todo lo que tienen es de primera: comimos un EXTRAORDINARIO txangurro, delicioso y perfectamente ejecutado, unas estupendas almejas marinera, de gran tamaño, unas kokotxas en salsa verde para volver a llorar de gusto y un buen bacalao al pil-pil. De postre un buen helado de queso para compartir.

Gran comida.

  • Helado de queso

    Helado de queso

  • Kokotxas

    Kokotxas

  • El txangurro

    El txangurro

Noche templada en Donostia, y nosotros preparados para darnos un homenaje en ese templo culinario que es Rekondo.

Antes de entrar a cenar, nos tomamos un vinito en la terraza de fuera. Nos lo sirve una señora, acompañado de unas aceitunas brutales cortesía de la casa : puro aceite virgen en la boca.

Y ya pasamos al restaurante. Estaba lleno en una noche de viernes: parejas de nacionales y de extranjeros, grupos de amigos, alguna familia grande...

2 aperitivos cortesía de la casa: una gilda enorme, sabrosa, y una croqueta (¿de jamón?)con la bechamel espesita, pero rica.

Tomamos: Media docena de ostras (25€ + IVA)inconmensurables. Jamás había visto yo ostras de tal tamaño, brutal, y con ese sabor a mar.
Alcachofas con foie (19€ + IVA), se deshacían en la boca saciándote de aroma.
Chuleta de buey (45€ + IVA/kg) de un kilo para dos, muy muy rica.
Y tarta fina de manzana caliente (11€ + IVA) para rematar, buenísima.

El vino que acompañó tal festín fue, tras consultar con el somelier, un Mauro Vendimia Seleccionada 2002 (64€ + IVA) que estalló en la boca desde el principio, impregnándonos de toda su fuerza hasta el final.

Rematamos con un gin-tonic de Seagrams, que nos trajeron ya servido, a 8€ + IVA.

El servicio bueno, aunque con un par de detalles a cuidar. Hubo una discusión,un poco subida de tono,a la puerta de la cocina entre uno de los cocineros y una de las camareras, ante la estupefacción de otra de ellas, que pudo observarse por los comensales que estábamos más próximos a la puerta de entrada. Y, por otro lado, la sal que habíamos pedido para la chuleta (un cuenquito con 3 tipos diferentes) nos fue retirado sin haberla terminado un tanto bruscamente, tras pedir permiso tipo sí o sí, para llevarla a otra mesa.

En resumen, un comienzo inmejorable para un fin de semana donostiarra.

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