De ahí vengo, de "La Casita de Gredos", con una ajustada nota de 364,76 Euros para siete.

El jamón ibérico, como todos estos íberos que pueblan restaurantes, ni fú ni fá y no quiero decir que fuera chino.

Unas manitas de ministro con langostinos y unas habitas con chipirones, sin arena, empiezan a abrirnos la boca... y babear antes unas excelsas croquetas de ’Emmental’ y otras bobadas que ni recuerdo.

En el tercio de la suerte suprema sigo los dictados y recomiendo el bacalaoo. Dos de los siete, como el ’Sastrecillo Valiente’, aceptamos este pez, mientras otro se decanta por una lubina de anzuelo y el resto por carnes entre las que destaca un filete de ’foie’ a la torta del Casar.

"Prueba esto que está exquisito". Así, de esa manera hemos probado todo cuanto nos han servido en cantidad generosa, generosísima.

No queríamos dejar de lado los postres y hemos pedido un albur de los mismos regados con una botella de PX 1927. Ahítos estábamos ya pero glotones y golosos hemos dado buena cuenta de ellos cerrando nuestros paladares con los toques dulcísimos de una repostería exquisita.

Los vinos correctos en el precio. "Viñas del Vero", Gewürtraminer en blanco y ’Gran Vos’ en tinto.

Servicio estupendo. Copas para cada vino; decantadado el tinto nada mas llegar para que fuera aireándose.

¿Se puede pedir mas en este páramo de restaauración que es Castellón?

Pequeño, coqueto y alargado restaurante (ideal para ir en pareja) en el que se ofrece una cocina tradicional con toques modernos.
El local lleva unos dos años abierto y por lo visto les va bastante bien, hay que reservar con antelación si quieres mesa y con más antelación aun si no quieres que te toque alguna de las insufribles mesas que están al lado de la puerta y pasarte toda la noche despidiéndote de los comensales.
Lo mejor, sin duda, la comida. Buenas las entradas: bombones de brandada, tostas con foie, torta del casar, chipirones plancha con salsa verde (con algo de arena) y excelentes los segundos, bordan el bacalao (en la carta tienen tres platos), muy recomendable el de alioli y también el rodaballo a la espalda. Los postres a la altura. Para acabar infusiones naturales y unas pastas.
Carta de vinos correcta, buenas copas (hasta las de agua, haciendo juego con la botella) y servicio correcto (el vino te lo ponen en la mesa) pero con demasiadas prisas, los platos fueron llegando sin pausa uno detrás de otro.
Muy buena RCP, sin vino unos 30€.
Al final Lola, muy amable toda la noche, se acercó para charlar un rato e invitarnos a un moscatel.
Repetiremos