El restaurante se encuentra en L’Oceanografic (Ciudad de las Artes y las Ciencias), el entorno y ubicación son perfectos, un lugar de visita obligada a todo el que vaya a ver Valencia, y que al mismo tiempo no deja de encantarnos a los valencianos. Nada más entrar al restaurante nos quedamos anonadados ante la impresionante lámpara central, que emula un banco de medusas, la sala se encuentra bajo nuestros pies, con lo cual siempre que se acude por primera vez a este restaurante es imposible no quedarse paralizado en la barandilla admirando la decoración, se trata de una sala circular con una barra en el centro y las mesas alrededor, no existen las paredes, ya que son inmensos acuarios llenos de peces. He de confesar que me llevé una pequeña decepción, ya que pensaba que las paredes eran “ventanas” a los propios acuarios de L’Oceanografic, y no que todos los peces fuesen iguales y nadasen todo el rato en la misma dirección, aun y así el efecto es precioso. Las mesas están separadas y son amplias, aunque… bajo mi punto de vista demasiado amplias para parejas. Algo que nos cautivó fue la música en directo, gracias a un pianista ubicado en el centro de la sala y que tocaba pieza tras pieza, a cada cual más emotiva, y consiguió que se nos erizase la piel en más de una ocasión. Sin lugar a dudas este restaurante se merece un 10 en entorno, y que me haya extendido tanto en el primer párrafo.
Por desgracia, todo lo anterior se ve mermado debido al servicio deficiente en el local, el camarero que nos atendió parecía tener prisa porque terminásemos, además de que no se le entendía la mitad de lo que decía, debido a la velocidad con la que hablaba, su acento extranjero y al bajo volumen de su voz, todo un cúmulo que hacía que nos quedásemos con cara de poker cada vez que nos nombraba un plato. Estos llegaban a velocidad alarmante, casi uno sobre otro, como si de un restaurante chino se tratase, personalmente me resulta agobiante, ya que voy a pasar una agradable velada y no a inflarme a comer.
Pedimos el menú degustación que consta de unos seis platos, incluidos postres, ya que pensamos que sería la mejor manera de conocer el tipo de cocina que se practica en el restaurante. Esta es creativa, pero sin llegar a sorprender, platos bien presentados y decorados, que entran mejor por los ojos que por la boca, ya que algunos de ellos llegaron fríos y otros presentaban texturas no del todo agradables, además de no ser especialmente sabrosos. No comentaré ni calificaré el servicio del vino, ya que bebimos agua.
Los precios, demasiado elevados, desorbitados si no tenemos en cuenta el incomparable entorno en el que hemos cenado, con todo y con ello recomiendo a todo el mundo que tenga oportunidad a que visite este restaurante al menos una vez, es una experiencia inolvidable.