Buenas sensaciones. Cocina de raiz vasca, personal y diferente.

Hablar de Urkiola Mendi, es hablar de su alma mater, Rogelio Barahona, cocinero vizcaíno que se dio a conocer en la capital en un pequeño local detrás del Auditorio Nacional, el éxito le llevo a trasladar su restaurante a un local mas grande en Arturo Soria y que según cuentan, el excesivo incremento del precio del alquiler, le ha llevado a cerrar aquella ubicación e instalarse en un local mas reducido en Chamberi, siempre manteniendo el mismo nombre.

Un local pequeño, apenas seis o siete mesas, que permite un contacto mas directo y cercano con los comensales, contacto que he vivido en mis carnes y del que solo puedo decir cosas positivas, amabilidad, explicación de los platos, del cómo y el porqué de su elaboración, donde compra sus ingredientes, una persona sencilla que te trata como si fueras un amigo de la casa mas que como un cliente ocasional. Son las formas llanas y cercanas que tanto se echan en falta en los últimos tiempos en la hostelería.

Información de cartas, tanto de comercio como de bebercio, en una tablet, donde se nos dice que hay enlaces de los platos hacia su receta y elaboración, y del bebercio hacia los vinos y sus bodegas, no he comprobado esa información.

Por empezar por esto ultimo, breve carta de vinos, con referencias interesantes y precios comedidos. De ella, encuentro un vino de una bodega navarra, que me parece interesante, Bodega Inurrieta, de nombre Orchidea, un sauvignon blanc del 2015, que en sus tres ultimas añadas ha obtenido premios nacionales e internaciones, se trata de un vino ligeramente afrutado, goloso, muy agradable.

La carta del condumio tampoco es amplia, y es cambiante con mucha frecuencia, no en balde se nutre del cercano mercado de Alonso Cano, sin embargo la información esta constantemente actualizada, con lo cual el encontrarte con platos anunciados no disponibles, no es nada fácil.

El conjunto de la oferta gastro, se basa en la cocina vizcaína clásica y sencilla, donde se respeta la materia prima, trabajada lo justo para que nada enmascare sus sabores.

La ingesta ha consistido en:

- Aperitivo: Escalibada con anchoas. Muy sabrosa.

- Piparras fritas con ensalada de tomate. Tomate que sabe a tomate y piparras perfectamente fritas, son como las pipas, un vicio que empiezas y no paras hasta que se acaban,

- Lasaña de anchoas en vinagre, piquillos, pan sarda y aguacate. Muy fresca y sabor chispeante.

- Ravioli de tocino (Largo di colonnata) relleno de chipirones en su tinta. Según cuentan, este plato es un guiño a su vecino Accademia del Gusto. Poco hay que decir de este plato, solo que es un platazo, al tradicional y casero sabor del chipirón en su tinta, bien picadito y con un sabor que recuerda al de toda la vida, se une una finísima capa de lardo que le envuelve y le aporta un notable contraste de sabor. Como se venden individuales, el limite en cantidad lo pones tu.

- Bacalao Club Ranero. Preparación que tuvo sus origines, allá por el 1900. No tiene un aspecto muy canónico, pero según me cuentan, estaba francamente bueno.

- Bonito del norte con cebolla confitada y base de cous cous. Según me cuenta, el bonito estaba comprado esa misma mañana. Desde luego tenia un sabor, casi sin tocar, que parecia ir en esa dirección.

- Goxua. Su versión del clásico postre vasco. Aquí hecho con bizcocho y crema pastelera. De ese postre debe haber tantas versiones como cocineros, no he tomado dos iguales nunca. Está francamente bueno.

Cafés con hielo y chupitos de pacharan casero, obsequio de la casa, completan la vista.

Muy agradable experiencia, lo reducido pero cómodo del local, la cercanía en el trato y el reencuentro con una cocina de producto, sin adornos ni florituras, harán que volvamos por aqui.