Habíamos estado unas cuantas veces en la barra, probando algunos de sus buenos pinchos, laureados más de una vez en concursos provinciales a pesar de no tener una trayectoria muy larga en el negocio. Siempre nos quedábamos con las ganas de pasar a la sala y conocer más a fondo lo que la cocina tenía para ofrecernos, y hoy ha sido el día en que hemos saldado esa cuenta pendiente.

Tanto el bar como la sala cuentan con una decoración sobria, elegante, con una luz suave que invita a la tranquilidad y al disfrute. El servicio, atento y diligente de principio a fin, amable pero sin traspasar el límite del respeto al cliente, nos guio a una mesa amplia, con sillas cómodas y buena mantelería y menaje. Quizás las copas para el vino podrían mejorarse, sin ser de batalla. Y es que en mi opinión en el capítulo del vino hay margen de perfeccionamiento. La carta es muy corta en todo aquello que no sean tintos: No llegarán a 10 los blancos y cuatro o cinco rosados y espumosos. De generosos ni hablamos. El capítulo de los tintos se resuelve con claśicos de la Ribera del Duero, pero faltan propuestas un poco más innovadoras. Quizás por ello me indicaron su sorpresa cuando me decanté por el albillo de García Viadero (15€), que era lo poco que se salía de los "verdejitos" habituales. Temperatura adecuada, cubitera con hielo y correcto descorche y prueba.

La carta de comida sí es variada. Buena oferta completada con otros cuatro o cinco primeros y otras tantas carnes y pescados cantados fuera de la misma. Producto de temporada y elaboraciones que buscan potenciarlo sin enmascararlo con demasiados artificios. Está disponible en internet en http://www.restaurantemaria.com/fotos/carta-maria-2015-la-mayoria-de-nuestros-platos-estan-adaptados-para-celiacos_15125_1.html

Como entrantes compartimos:

+ Ensalada de pulpo con salsa de mango (14€): Mezclum de brotes tiernos coronado por unos medallones de pulpo en su punto de cocción y aderezado por un exquisito pimentón, y complementado por la salsa de mango, buen contrapunto. Ofrecida fuera de la carta.
+ Anchoas a la bilbaína (14€): Otra de las propuestas de temporada. Una cazuelita que llego todavía burbujeante con una cumplida ración de anchoas al ajillo, plenas de su sabor marinero.

De los segundos me decanté por el rape empiñonado (20€), todo un acierto. Producto fresco, piñones de la zona y una salsa con pimentón que no dejaba de reclamar pan. También probé de mis compañeros el rodaballo a la parrilla (20€), salvaje y marino, y el que por su preparación fue el plato estrella: el steak tartare (23€), preparado delante de nosotros y a nuestro gusto, como mandan los cánones. Adjunto foto, que una imagen vale más que mil palabras (aunque un bocado vale más que mil imágenes).

Visto el nivel de la comida hasta el momento, los postres nos dejaron un poco fríos. Quizás el que mejor parado salió fue el que pedí, llamado Café roulet: en una bandeja venía una rueda compuesta por dos obleas de chocolate blanco en el exterior rellenas por una especie de nata aderezada y un chupito de café irlandés. La galleta se hacía rodar por un senderillo de cereales y se comía, completando la experiencia el café irlandés. Buena presentación y sabor interesante. En cuanto a los demás, correcta sin más la tarta de dos chocolates y decepcionante la de manzana, lejos de otras muchas que hemos probado. Cada postre fueron 5€.

A todo esto hay que añadir 1€ de pan por comensal y 3 de una botella de agua de 1 litro, precio que por ser desgraciadamente frecuente no está justificado.

En resumen: Buenas sensaciones, con detalles mejorables en cuanto a la selección de vinos y el postre. A destacar una vez más el buen servicio. Repetiremos