Este restaurante, todavía más céntrico que el anterior, es de la misma empresa del Mesón Navarro. Como nos quedaba enfrente de la puerta del hotel, tiene una agradable terraza y la noche era estupenda pues nos sentamos a cenar.
Esencialmente mantienen la línea del otro, producto de mercado de mucha calidad. Al dejarnos el camarero la carta nos enunció algunos platos fuera de la misma; como eran la mar de sugerentes le pregunté el precio -por si acaso- y finalmente el menú quedó: plato con 6 espardeñas (espardenyes por Tàrraco), 1 pequeña langosta a la brasa en 2 mitades. Lástima que fuera tan pequeña porque estaba riquísima y en un punto perfecto (los langosticidios son frecuentes viniendo el pobre marisco como suela de zapato).
Seguimos con una Ensalada Eleazar: endibia, lechuga, gamba, surimi, kiwi, naranja, manzana y nueces. Viene con 2 salsa, una tipo tártarta y otra de queso azul que no me pareció le pegara mucho.
Cerramos con una media ración de fritura de pescado muy conseguida salvo los calamares un poco correosos.
Compartimos mi mujer y yo todos los platos dado que veniamos de degustar un par de montaditos en el local de al lado (La Sacristía), y de montaditos sólo tenían el nombre, grandes rebanadas de pan bien surtidas y no queríamos pasarnos para cenar.
De postre tomé un sorbete de limón.
La carta de vinos muy parecida al local anterior, sólo corecta, sin mención de añadas y compas mejorables. El servicio bueno eso sí.
Pan tostado con los consabidos potecitos de tomate y ajoaceite, vuelvo a repetir que magistral éste último.
Dejo como en la anterior crítica, para el final al camarero que nos atendió. Otra vez de sobresaliente, un tío espabilao, competente, agradable,...le dijimos no nos gustaba la mesa que nos asignaba y en 2 minutos nos acomodó otra. Todo facilidades y atención a lo largo de la velada.
Vaya desde aquí mi felicitación a unos profesionales de sala que para sí quisieran la mayoría de restaurantes.