Continuando el periplo de “cocinas del mundo” en Valencia, y buceando por Ruzafa, topamos con este restaurante libanés que pertenece a una pequeñita cadena formada por tres establecimientos.

Centralizan masas y bases, pero cocinan a diario en cada uno.

Yo conocía de hace años el de Plaza Aragón pero no el que nos ocupa, que debe ser nuevo porque tiene todo reluciente. Local reformado, de gran luminosidad pues hace chaflán cuya “L” se encuentra prácticamente acristalada. Mobiliario agradable, pequeño y humilde, nuevo como decíamos, y de líneas limpias.

Amplia carta totalmente monopolizada por las referencias libanesas. Optamos por el menú más ambicioso, Menú Degustación Homenaje a Beirut, que contemplaba todas estas ricas viandas:

• Fatuch. Ensalada de pepino, pimiento, rábano, cebolla, tomate, col y crujiente de pan frito, todo en pequeños dados.
• Hummus. Paté de garbanzos y sésamo con toque de ajo y limón.
• Emtabal. Paté de berenjenas con toque de ajo y limón.
• Falafel. Croquetas de verduras varias acompañadas de salsa de sésamo.
• Fatayer Yubne. Empanadas redondas de queso fresco.
• Kubeh. Masa fina de trigo rellena de carne picada, cebolla y piñones, acompañada de salsa de granadas.
• Shis tauk. Brochetas de pollo macerado a la brasa sobre pan libanés con tomate, acompañadas de arroz y fideos con almendras y hummus.
• Bocado del Aristócrata. Tarta de pistachos, crema de leche, y bizcocho con agua de azahar.

Pues comimos tan ricamente oye. No soy ningún experto en cocina libanesa, más bien todo lo contrario, por lo que no osaré decir eso de “correcta cocina libanesa” o “buen exponente de la gastronomía libanesa” o lo contrario, pero sí que puedo decir que nos agradaron esos sabores frescos, comedidamente especiados, exóticos, con los vegetales muy protagonistas.

Disfruté especialmente del emtabal, de la salsa de granadas que acompañaba al kubeh y de otra guarnición, la que llevaba el shis tauk, que era una mezcla de arroz y trocitos de tallarines fritos.

Sencillez, no se complican nada, pero conforma una grata experiencia que puedes repetir de cuando en cuando. Se vislumbran procesos parametrizados, normalizados y estudiados, como hacen las franquicias, pero lo cortés no quita lo valiente.

Para beber, un Alma de Blanco 2013, un godello de Monterrei discretito, en copas corrientillas. Monterrei últimamente no me da muchas alegrías.

Servicio rápido, amable y desenfadado.

Precio muy asequible: el menú comentado costaba 16,5€.

Pos eso. Pos bueno. Pos vale. Pos que volveremos alguna vez.