Como de vez en cuando tenemos que comer sin ir a un restaurante de alta cocina, voy a describir una posibilidad cerca de mi trabajo que resulta más interesante de lo habitual.

Restaurante situado en el bajo de un edificio de 2 plantas actualmente en reformas, en una zona que en verano tiene mucha afluencia por estar situada al lado de una playa (Barrañán). Una pena que no haya vistas a la playa directamente desde el restaurante porque una terraza veraniega funcionaría de vicio.

El interior tiene poca historia, local envejecido por el paso de los años, paredes pintadas en un color granate que aporta poca luminosidad, mesas de madera viejas, ventanas actualmente tapadas por las obras exteriores.

En uno de los laterales una barra en la que un expositor acristalado muestra los pescados traidos ese día de la lonja coruñesa. Un par de vinotecas de buen tamaño campan en otro de los laterales.

Solamente unas 8 mesas disponibles para acomodarse cubiertas con manteles desechables.

Pero claro, algo tendrá el sitio para que la gente lo visite: la brasa, todo se cocina de esta manera.

El restaurante dispone durante la semana a mediodía de un menú ejecutivo a un precio de 15€ o la posibilidad de la carta en la que las posibidades son los pescados y mariscos del día junto con algunas buenas carnes, todo para hacer en la parrilla.

Comida con compañeros de trabajo, en este caso 12, y optamos por el menú que, en mi caso, consistió en lo siguiente:

• Mejillones a la brasa. Emplatados individualmente en una mini-olla, aparecen unos 8 mejillones de buen tamaño que han sido abiertos en la brasa. Tienen un toque ahumado sumamente agradable aunque la ración no es muy generosa.

• Merluza a la brasa. Aunque pueda parecer un pescado demasiado delicado para echar a la brasa el resultado fue muy agradable. Perfecto punto de cocción y ese toque ahumado característico de la brasa que tanto me gusta. La otra opción en los segundos era entrecot de vaca a la brasa que, los que lo comieron dijeron que estaba realmente bueno.

• Yogur griego con fresas. Como postre algo sencillo pero que cumplió su función perfectamente.

Para beber y teniendo en cuenta que había que volver a trabajar para continuar la jornada, una cañita de Mahou (sí, es raro que no haya estrella Galicia).

Las opciones para comer son muy escasas, el primero es sólo uno (normalmente mejillones o berberechos a la brasa) y el segundo un pescado o una carne a la brasa. El postre también es único. Esto, si bien es bueno para el restaurador porque hace que tenga que jugar con poco producto, es malo para el comensal al que no le da demasiado juego.

En cuanto al servicio, el restaurante está regentado por un matrimonio y son ellos únicamente los que atienden tanto la cocina como a los comensales. Para ser sólo dos personas y nosotros una mesa numerosa, hay que destacar que los platos salieron todos al mismo tiempo y perfectos de temperatura, lo que hace indicar que su entendimiento es bueno. En caso de estar el comedor lleno creo que sería complicado atenderlo en tiempo y forma.

La conclusión es que es un buen sitio para tomar un menú un poco distinto pero en el que no se podría comer todos los días porque acabaría cansando, los primeros son siempre muy parecidos y como segundo siempre un pescado y una carne a la brasa. Tendré que ir un día a probar una buena lubina de la carta a la brasa.