Localizado al final del puerto de Jávea, donde antes existía una playa que cuidaba el padre del dueño actual y que ahora el mar (¿el deshielo?) se ha comido quedando una escollera que cuando hace mal tiempo impide abrir porque salpica dentro de la terraza; hasta tal punto que no reservan más que en la misma mañana pues puede no abrir si el viento y el agua lo estiman oportuno.
Una terraza con magníficas vistas desde donde arranca la cara sur del cabo de San Antonio, y refugio de los barcos según la dirección del viento.
Hay un comedor interior pequeño, sin aire acondicionado, utilizable en invierno si es que eres capaz de renunciar a la terraza y sus vistas.

Regentado por dos chicos (uno dueño e hijo del fundador) con una única fila de mesas blancas con mantel de papel, copas de batalla y un servicio que, en nuestro caso, fue muy bueno y cercano hasta el punto de que abrió sólo para nosotros.

Carta de comidas donde predomina entrantes y producto del mar, casi sin carnes. Carta de vinos muy clásica y algo más elevada de precios de lo deseable. Servicio de vino (copas aparte) mejorable ya que no es correcto traer la botella abierta a la mesa y no servir la primera copa; por contra buena temperatura de servicio (pese a casi 40º en la calle), incluso puso la segunda de blanco en congelador para si hiciera falta, y la hizo; también el tinto se sirvió con camisa para mantener una temperatura adecuada.

Comida para 8 con celebración incluida. En la parte líquida: Marqués de Riscal blanco 2013 más que correcto, que fueron dos botellas. La segunda compartió recorrido con un roble Flores de Callejo 2012 muy jovencito y frutal y poco más. Nada más llegar uno que hacer acopio de cervezas de presión y claritas porque el sol fustigaba. Aqua Nevada sin gas fría en botellas pequeñas.
Unos panes como bocadillos que quemaban para un poco de ali oli y un buen aceite El Molló hizo corta la espera. Aquí los tiempos son importantes porque el local tiene horario estricto y a las 16 horas, cierra el servicio.

Unos entrantes a compartir, dos de cada:
. Sardinas (parrochas) pequeñitas, sabrosas, buena ración.
. Sepia hecha con aceite y pimentón colorado, algo desconcertante pero muy buena materia prima.
. Ensalada valenciana con verde, tomate, cebolla. Buena ración y muy fresco el producto.
. Chipirones en su tinta, sabroso y para mojar pan.

Por encargo ya teníamos un arroz del senyoret que llegó un poco bajo de temperatura, bien de socarrat, se hubiera agradecido algo más de fondo y un punto más de sal (para gustos, colores), punto de arroz correcto pero si lo hubiéramos comido 10 minutos antes hubiera sido mejor. Ración más que correcta.

Para postre y compartido al centro:
. Melón muy bueno y bien de maduro.
. Tiramisú muy bueno pero le sobran adornos al plato que no aportan.
. Surtido de pastelitos: variados y buenos. De lo mejor.
. Tarta de manzana caliente, bien de sabor, pero servida que quemaba ¿recien hecha?.

Unos cafés variados. Sin chupitos ni otros extras.

Un local que hay que conectar con el personal, con una ubicación exclusiva, un buen producto del mar con una cocina y emplatado sencillos, donde el vino no es protagonista. Si el mar y el viento lo permite, merece la pena. A las 4 cierra y ahora es la hora perfecta para acercarte andando a la Lonja del pescado y disfrutar de una subasta en directo del pescado del día, e incluso poder comprar, entre otras cosas, gamba roja (42€/kilo) tamaño medio; la grande está comprada por los profesionales locales.

La onomástica no era mía, así que no pagaba yo.