Ya hemos apuntado en alguna otra ocasión que no somos muy dadas a los restaurantes de hoteles, sin embargo, en esta ocasión y hospedadas en este parador, nos resultaba mucho más cómodo cenar en él que bajar hasta el pueblo. Y, aunque el parador, en cuanto a instalaciones y mobiliario, esté pidiendo, casi a gritos, una buena reforma, como suele ocurrir en muchos paradores, la ubicación es impresionante, incluso imponente en la noche. El restaurante se sitúa en la parte más bonita del complejo: una construcción típica de montaña, de base cilíndrica y totalmente acristalada que nos permite disfrutar de unas espectaculares vistas panorámicas de la Val d'Aran, con sus montañas y sus pueblos. Y, a decir verdad, estas vistas fueron acompañadas por una estupenda comida las dos ocasiones que disfrutamos de ellas.

Para la comida:

- Olla aranesa: de alubias, cerdo, patatas y tocino. Aunque, quizá, más de invierno, plato típico de los Pirineos que había que comer.
- Caracoles a la llauna: otra especialidad de la zona. Los mejores caracoles que hemos comido.
- Bacalao confitado en arbequina con lecho de chanfaina: excelente calidad.
- Solomillo de ternera de los Pirineos con salsa de foie y verduritas en tempura: una vez subsanado eficientemente el despiste (porque así se lo habíamos pedido antes) de haber napado el solomillo con la salsa, uno de los mejores solomillos que hemos comido y la salsa sorprendentemente buena, de intenso sabor.
- Crema catalana caramelizada con helado de naranja: abundante, buena.

Junto con 2 cañas, una botella de vino y 1 café, 105 €.

Para la cena:

- Parrillada de verduras: buenísimas las verduras.
- Carpaccio de manitas con ensalada, jamón ibérico y lascas de foie: bien, aunque fue de lo que menos nos gustó.
- Arroz con pichón: exquisito, el plato que más nos gustó.
- Entrecot de ternera: en su punto.

Junto con 2 cañas, una botella de vino y 1 café, 90 €.