Verdades como puños: Ignacio de Miguel, enólogo, habla sin tapujos

111 respuestas
    Barriguitas

    Re: Verdades como puños: Ignacio de Miguel, enólogo, habla sin tapujos

    Lo que debe hacer un consumidor de vino es beber lo que le gusta y disfrutar sin preocuparse por las etiquetas. Ignacio de Miguel en los comentarios que encabezan éste hilo.

    http://www.dailymotion.com/video/x26feud_el-vino-que-tiene-el-vino_lifestyle

    Hace unos días vivimos en vivo y en directo, el comienzo y final del ciclo anual del vino, en una pequeña bodega – lagar de pueblo, que podríamos situar en el extenso arco norte del Mediterráneo, sin el mínimo ánimo de señalar. Cuantos miles de bodegas como ésta, repartidas a lo largo de la cuenca del Mare Nostrum y regiones aledañas, influidas por unas ancestrales maneras de ser, hacen de la vendimia, la prensa del fruto de la vid y la elaboración del vino, la sagrada justificación de una milenaria ocupación.

    Sobre las mesas del condumio (guisos y chacinas del lugar), se encuentran las últimas botellas de la vendimia anterior, que en un mes y medio dejarán sitio a los primeros mostos del año, con la dulzura chispeante de la primera fermentación. Pocos meses después, la oferta de mosto virará a lo que ya será ofrecido como vino, término esencial que en estos locales prescinde de cualquier otro apelativo. Las botellas no requieren tapones ni etiquetas y su consumo se concentra en la propia bodega, excepcionalmente en las viviendas de aquellos que se llevan para casa su cuarto de arroba (en casa el vino no sabrá igual).

    Posiblemente ésta, como todas las parroquias similares a ésta, no sabría distinguir añadas, varietales y fermentaciones, más allá de lo que dicte un mínimo y encomiable afán de conocimiento, acopiable en el epígrafe correspondiente de una cultura general a la medida de cada uno de nosotros. Pero aquí algo así no cuenta y no se acude con otro ánimo que el disfrutar del fruto de la tierra más cercana y entrañable. Damos fe del ambiente familiar y la serena contemplación por los más jóvenes de unas actividades que dejarán su poso indeleble en su memoria infantil… ¿Será necesario inculcarles a estos niños el aprecio por una bebida cuyos olores han impregnado sus primeros y más esenciales recuerdos?

    Lo que aquí se produce y ofrece es vino. Algo que desde los fenicios se hizo mercancía y consiguientemente, un producto mercantil cuya distribución ha cubierto al fin una malla global seducida por el placer que proporciona la bebida y por qué no decirlo, su estatus asociado. Del conocimiento y comercio del vino, se ha creado una cultura refinada y en cierto modo elitista, base indispensable de una industria vitivinícola productora y distribuidora que nos llena de orgullo.

    Solamente cabe esperar que la avidez de dicha industria globalizada, cuyos problemas de distribución local (a escala mundial lo nacional es lo local), puestos de manifiesto en este hilo y otros similares, no acaben con la semilla de un aprecio agradecido por aquello que es lo esencial. Ya está ocurriendo con el aceite, cuando se limitan gradualmente y por vía reglamentaria las posibilidades de un contacto directo entre almazaras familiares y consumidores, haciendo de la etiqueta el salvoconducto obligatorio para su adquisición… ¿El vino, la próxima víctima del “progreso”? Espero no vivir para verlo.

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