De todos los alojamientos rurales, hemos encontrado un biohotel que no "estandariza" su trato con el cliente. Florián y Verónica consiguen de lo sencillo, lo mejor. Los dos fines de semana que estubimos alojados, han dejado huella: la piscina, la cama gigante, el baño acogedor y productos de higiene siguiendo su filosofía "natural"; decoración sin estridencias y "natural"; un jardín con rinconcitos "enigmáticos" que Verónica decoraba para hacerlos únicos cada noche; las dependencias comunes no nos lo parecieron, porque Verónica envolvía el ambiente y lo hacía propio, privado, cercano, íntimo.Hay qeu felicitar a Florián que cada vez nos sorprendía con sus platos, de productos de la propia huerta, que no comentaré porque no hay palabras para tanto amor en su elaboración...El desayuno, un 10, siempre introducía un producto nuevo, ya sean los iogurts o un queso de elaboración artesanal, o un "fuet" de la zona. La bodega muy interesante, me sorprendió un Pedradura "saladito" 2002 DO Penedés, entre otros que he olvidado... Recomendado, incluso, para una luna de miel.