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Vinos desde el terruño. Los vinos de Ramón Bilbao y Cruz de Alba

Dentro del programa de la XV Experiencia Verema tuve la suerte de asistir a la cata que el grupo Ramón Bilbao organizó para el evento, donde un sugerente título auguraba una interesanta cata, algo técnica tal vez, pero a la que me apetecía acudir y ver así el efecto del terruño en los vinos.
 
En la mesa Rodolfo Bastida, director técnico de la bodega Ramón Bilbao y gerente del grupo de bodegas. Junto a él, Sergio Ávila, con su boina calada que no se quitó en ningún momento, toda una declaración de intenciones pues quiso ser y fue presentado como viticultor, aunque luego se vio que además desarrolla labores de enólogo, bodeguero y demás. 
 
Ramon Bilbao cata

Vinos desde el terruño

 
En la presentación de la bodega, Rodolfo Bastida nos explicó que para el grupo Ramón Bilbao el terruño es una pieza fundamental, de manera que cada bodega del grupo debe tener un carácter regional. Además comentó que esto es una herramienta comercial importante, pues al final el consumidor avezado quiere probar los vinos de diferentes zonas y no busca vinos globalizados, quiere carácter y personalidad, que implica necesariamente marcar el terruño en el que crecen las cepas, marcando así un factor diferenciador, de calidad y exclusividad. 
 
Ramón Bilbao cultiva actualmente 180Ha de viñedo, distribuidas principalmente en la zona de Haro y sus alrededores, pero también dispone de un viñedo de 25Ha en la zona de Tudelilla y otro núcleo de viñedos en La Rioja Baja. Tras una breve descripción de los diferentes viñedos, Pedro nos dejó a todos boquiabiertos con la tecnología de su máquina de selección óptima automática, un robot que selecciona la mejor uva y elimina los peores granos y restos de suciedad. Además nos mostró la gran inversión que han hecho en depósitos de hormigón que favorecen la microoxigenación y que empezarán a utilizarse en la próxima campaña. Y es que pese a tener claro que el campo es la base fundamental para elaborar un buen vino, no se deben descuidar las labores de bodega, pues se puede ir al traste el duro trabajo que se ha hecho en el viñedo durante todo el año.
 
 
 

Ramón Bilbao

Empezamos la cata de los vinos de Ramón de Bilbao en La Rioja con dos muestras de barrica que aún están en su periodo de crianza y que provienen de dos zonas muy distintas, son el Villalba 2014 y Valpierre 2014, ambos 100% tempranillo y con elaboraciones muy similares, prácticamente idénticas, por lo que las diferencias que apreciamos son fruto del terruño. Son vinos que han hecho la fermentación maloláctica en depósito de acero inoxidable y que llevan un año en barrica de roble de francés. No están acabados, pero no tardarán mucho en concluir su crianza y ser embotellados.
 

Villalba 2014

El suelo de Villalba es de tierra muy arenosa, muy profunda y pobre, con poca capacidad de retención de agua. Se trata de un terreno de unas 13Ha que dota al vino de unas características muy diferentes al de otras zonas de viñedos propiedad de la bodega.
Es un vino de color muy vivo, con un ribete ligeramente violáceo. En nariz tiene un buen peso de fruta negra, de ciruelas, con notas de especias y tostados, café, lácteos, vainilla, con un punto de monte bajo, hidrocarburos y un fondo de praliné.
En boca es un vino fresco, con una marcada acidez, algo que se busca desde la bodega y que se ve cómo algo positivo (también lo es para mí). Tiene el tanino muy vivo, con un tacto terroso y un punto cálido. En la comparativa, tiene una boca más parca, menos expresiva que el Valpierre pero tiene una amplitud y una elegancia que lo diferencia del segundo.
 

Valpierre 2014

Valpierre posee un suelo con más vetas arcillosas que Villalba, con algunas zonas de sedimentación de cascajo, de piedras de canto rodado de lecho de río. Debido a ese fondo arcilloso, el fondo tiene mayor capacidad de retención de agua. Es un terreno más grande, de unas 25Ha, aunque una zona está en experimental y al final la producción es bastante similar a la de Villalba.   
Aunque el color es bastante similar al anterior, la nariz cambia sustancialmente. Se trata de un tempranillo más floral, con una fruta roja, más fresca que en el anterior. En boca tiene muy buena acidez, con un tanino algo duro (hay que pensar que aún no han finalizado su estancia en barrica) y un fondo lácteo muy rico. Esta boca es más inmediata, con una fruta muy marcada aunque Rodolfo nos explicaba que el Villalba acabará teniendo una mayor capacidad de guarda y, por tanto, un mejor envejecimiento.
 

Viñedos de Altura 2013

Es un vino 50% garnacha, 50% tempranillo, el único de la bodega que incorpora la variedad garnacha. El tempranillo procede de Villalba y la garnacha de la zona de La Pedriza, en Tudelilla, una finca llena de grandes piedras en las que cuando hay que plantar se debe transportar arena desde la orilla del río. Ese suelo retiene muy bien la radiación solar durante el día, para luego ir cediendo poco a poco ese calor a la cepa, lo que favorece tremendamente la maduración de la garnacha. Lo que se busca es el equilibrio entre las dos variedades, que aportan lo mejor de ellas para dar un vino con cuerpo, complejo pero bastante inmediato.
La garnacha le aporta un punto más fresco, de fruta roja, de fresa, de golosinas e incluso un punto vegetal. El tempranillo es más contundente en aromas, con un punto de regaliz negro y fruta madura. En boca tiene un punto cremoso, con unas notas lácteas y de vainilla por vía retronasal, y un fondo fresco balsámico. 
 
Vino mirto vertical ramon bilbaoProseguimos la cata con tres añadas de Mirto, 2009, 2010 y 2011. Quien sea aficionado al campo o la botánica habrá reparado en que el nombre del vino hace alusión al mirto, arrayán o murta, el Myrtus communis, un arbusto aromático con el que la bodega quiso marcar dos cosas: la importancia del terruño y del paraje en el que crecen las cepas, y un dicho de la bodega, “año de mirto, año de vinos”. Y es que en Ramón Bilbao se dieron cuenta de que en los años en que los mirtos son más frondosos y sus flores y hojas también, las uvas tienen mayor calidad.
 
Mirto es un vino de pago pero que no procede todos los años del mismo paraje. En la bodega Ramón Bilbao disponen de una zona con siete tinos de madera en los que se recogen las uvas de siete municipios distintos (Ábalos, Villalba, Cuzcurrito, Briones...). Se trata de zonas altas, con pH bajo cuyas uvas se trabajan siempre sobre lías, lo que les da cuerpo y untuosidad. Al final de la vendimia se selecciona uno de estos tinos para elaborar el Mirto, el mejor que se ha producido ese año. 
 

Mirto 2009

Se elaboró con la uva de Ábalos. Esta añada fue la mejor desde el punto de vista climatológico, ya que se marcaron todas las estaciones, lo que hace que estos viñedos de zonas extremas den mejores frutos. 
Mantiene un color subido de picota sin indicios de evolución, con una nariz sugerente, con buena presencia de fruta, notas lácteas y un buen equilibrio entre los tostados y la fruta roja. En boca tiene muy buena acidez, con un tanino bien integrado y estructurado. Ahora mismo se encuentra en un buen momento.
 

Mirto 2010

Se elaboró con la uva de Villalba. Color rojo picota de capa alta y nariz potente, con una excelente presencia de fruta, sobre todo negra y, aunque la madera está muy marcada de momento, en boca es un vino con una excelente acidez que sin duda mejorará con el tiempo en botella. Tiene buena materia prima, se nota que la botella le sentará muy bien, el tanino es potente pero ya carnoso, se percibe una fruta de fondo que se integrará con la madera y ¡esa acidez!
 

Mirto 2011 

Se elaboró también con la uva de Villalba, al ser seleccionada como la mejor de esta añada. Es una añada calificada de excelente por el Consejo Regulador aunque nos comentaba Rodolfo que no hubo mucha diferencia con la 2010.
Evidentemente este vino está aún muy joven, sobre todo viendo el 2009, que es la añada que empieza a dar toda la grandeza que debe tener este vino. No obstante ya se observan buenas hechuras, con una fruta en compota que se mezcla con las notas tostadas, los ahumados y unos recuerdos especiados dulces como de nuez moscada. En boca, esa acidez tan rica que encontramos en estos vinos que vertebra y da sentido a las notas golosas y tostadas. 
 

Cruz de Alba

 
Pasamos a la cata de los vino de Cruz de Alba que, más que una bodega es una viña, pues la zona de producción es muy pequeña y lo que se ha cuidado ha sido el pago más que el edificio en sí. Sergio nos habló con verdadera devoción y emoción de este proyecto que se inició en 2003 con la intención de llevar a cabo una viticultura a la antigua usanza y propia de la zona, dejando que el viñedo se expresara de forma natural. Lo que se ha conseguido después de este tiempo ha sido que el viñedo dé lo mejor de sí mismo, que el terruño se perciba cada vez más en los vinos, evolucionando y llegando a ser unos vinos con gran personalidad. Desde el principio se ha tenido la vocación de que este proyecto respetara también las formas de trabajar la viña de esa zona, aprendiendo de los viticultores nativos. 
 
La finca se encuentra en el término de Peñafiel y se desarrolla de forma muy distinta a la que lo hacen otros viñedos cercanos, marcando ya desde la propia planta la diferenciación zonal. 
 
Sergio Ávila comentó que la clave del éxito está en conocer el viñedo y ver cómo se expresa, anticiparse a lo que cada añada dará de sí, respetando al máximo el carácter del mismo. Por ello desde 2006 se cultiva en ecológico, percibiéndose ya una mejora palpable de la salud de la planta respecto a los años anteriores. Esto les animó a cuidar la tierra y el entorno y en 2008 se pasaron al cultivo biodinámico, que también dio sus frutos, observando que la personalidad del viñedo se había acentuado. En 2010 pasaron a hacer un cultivo agrohomeopático, lo que viene a ser el utilizar los preceptos de la homeopatía pero en el campoLa idea es que si el suelo está equilibrado, la cepa se equilibrará, las raíces, sus pámpanos, sus hojas y, por fin, sus frutos también lo harán.
 
El viñedo es de diferentes edades, siendo las cepas más antiguas de 1963 y las más modernas plantadas en 2003. La finca tiene unas 40Ha y tiene unos suelos bastante cambiantes, todos ellos son aluviales, arenosos y bastante profundos, con lo que la refracción del sol ayudará a la óptima maduración, lo que se traduce en una horquilla de días bastante amplia para vendimiar en buenas condiciones. El pH es bastante alto, de hasta 8,5 y 8,6, algo habitual en la ribera del Duero, y está al límite del cultivo de la vid.
 
Personalmente, todo el discurso biodinámico me parece interesante, curioso. Siento un gran respeto por él porque al fin y al cabo es una ideología que se basa en el amor y el respeto por la viña, pero también lo escucho con cierto escepticismo. Si detrás de este discurso tan emotivo el resultado es un vino mediocre, no me servirá de nada. En este caso, afortunadamente, las buenas intenciones se transforman en buenas prácticas y en buenos vinos. Veamos:
 
Se trata de un vino 100% tempranillo (tinto fino) que ha envejecido unos 15 meses en barricas de roble francés y americano en las que un tercio del vino se introduce en barricas nuevas, un tercio en barricas de un uso y el resto en barricas de segundo uso. Esto da complejidad al vino pues se obtiene lo mejor de cada barrica.
 
El vino tiene un color rojo picota de capa alta que, aunque en cata a ciegas es posible que acertáramos por su recuerdo a los matices de Ribera, tiene una personalidad singular, lo que nos lleva a despistarnos, afortunadamente. Y digo afortunadamente porque es lo que se busca, que el vino tenga un carácter singular, original del terruño. Tiene una nariz con un punto fresco herbáceo, notas de raíz, de regaliz, con los lácteos muy marcados que se mezclan con la fruta negra, notas especiadas y tostadas que recuerdan al café y un fondo balsámico. 
En boca es muy fresco, más de lo que esperábamos por su perfil olfativo. Es complejo, con unas notas de monte bajo, el tanino terroso que da buena textura al vino y una muy buena acidez, con buena armonía. 
 

Finca Los Hoyales 2012

Finca los hoyalesDe toda la finca, hay una pequeña zona de 1,8Ha, donde se encuentran las viñas más viejas (las plantadas en 1963) y cuyas uvas han ido históricamente al Cruz de Alba. Esa zona siempre daba mejores frutos y en 2012 se decidió mantenerla y elaborarla por separado. Esta es la primera añada de este nuevo vino, Finca Los Hoyales 2012 que ahora mismo se está preparando para salir al mercado, así que fue todo un lujo el poder probar este vino en primicia.
 
El rendimiento es muy bajo y por tanto la producción limitada, dependiendo de la cosecha de cada año, el número de botellas oscilará. El suelo es muy similar pero algo más pobre que en Cruz de Alba, con orientación Este-Oeste. Las cepas están plantadas en marco real, una marco de plantación de 3x3m, lo que hace que las cepas estén muy espaciadas. 
 
La botella es preciosa, cuidada, con una etiqueta que transmite ese trabajo de la tierra, dos manos que cuidan el terruño del que saldrá el vino. La botella lacrada en blanco y un estuche de madera completan la presentación cuidada de lo que es el vino más querido por la bodega y que nos advierte de la calidad e importancia de su contenido.
 
La fermentación se realiza en barrica y la maloláctica la hace también en roble francés nuevo, con una media de 22 meses de crianza. El vino se embotella sin filtrar y permanece en botella un mínimo de 10 meses antes de salir al mercado. 
 
Pero vamos a lo que vamos, que si el vino no está bueno, toda esta liturgia queda en nada. 
 
El color es de un picota intenso y capa muy alta. En nariz tiene una fruta muy potente, con unas notas medicamentosas, notas tostadas, con recuerdos a monte bajo, incluso a pino, con un punto balsámico, resinoso. Poco a poco la fruta se hace más presente, pasa a ser una fruta madura, por lo que los 22 meses de barrica no se perciben en exceso, hay equilibrio. En boca tiene una acidez excelente, con una fruta muy marcada y unas notas tostadas leves, ahumados, incluso un punto de café pero verde. Es una maravilla ver el equilibrio que se ha conseguido, en opinión de Sergio Ávila, simplemente respetando la forma de expresarse de la cepa. 
 
Así pues, todo un lujo el poder comparar dos estilos de vino muy distintos pero que, sin embargo, mantienen una punto común, el respeto por la expresión del terruño, el famoso terroir que en esta cata pudimos probar.
 
Agradecer a Sergio Ávila y Rodolfo Bastida la cercanía y la sencillez con la que nos explicaron su trabajo, además de transmitirnos el amor por la tierra, el viñedo y el vino.
  1. #1

    Jose Contreras

    Felicidades Dani por la crónica. La verdad es que disfruté muchísimo en esa cata. Los vinos de Ramón Bilbao y a Rodolfo Bastida los conozco más por lo que quien más me llamó la atención fue la naturalidad de Sergio en las eplicaciones del proyecto de Cruz de Alba y sus vinos, especialmente el Finca Los Hoyales 2012, una auténtica bomba.


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