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Gotas de Historia: un paseo por Rioja en el Siglo XIX

Los vinos de rioja en el siglo XIX. 1ª PARTE

Hagamos memoria y de la mano de uno de los grandes “enólogos” y bodegueros que ha dado la Historia del vino de Rioja, realicemos un breve recorrido por el siglo XIX, donde se fraguó lo que hoy es una de las Denominaciones de Origen más conocidas del mundo.

Luciano Murrieta

5 años después de la muerte de Manuel Quintano en la localidad alavesa de Llodio, nace muy lejos de allí, Luciano Murrieta. Concretamente el 22 de Setiembre de 1822 y en Arequipa, un pueblo cercano a la costa del océano Pacífico al sur de Cuzco (Perú). Aunque parezca imposible por sus orígenes, va a ser un personaje muy importante en la historia del vino de Rioja.

Su madre es una criolla (hija de europeos nacida en las colonias) de rica familia llamada María García-Lemoine y su padre Luciano de Murrieta y El Mello, aunque siempre quedó en el aire la sospecha de que el verdadero padre del protagonista de esta historia era ni más ni menos que el General Espartero, que precisamente por aquellas fechas estaba destinado en Perú tratando de organizar la defensa contra las tropas independentistas. Lo cierto es que la vida los volvería a juntar años más tarde en España.

También es cierto que sus padres, al poco de declararse la independencia de Perú se trasladan a Londres, donde tenían familia, y dejan a Luciano con tan sólo 3 años bajo la protección de su tío, el General Rivero. Creciendo en un entorno militar no es raro que se decidiera por tomar la carrera de armas y con diecinueve años viaja a España donde se alista en el regimiento de Dragones. Allí, en Madrid, vuelve a coincidir con el General Espartero quien inmediatamente le toma bajo su servicio como ayudante de campo. Corre el año 1841 y en esos momentos el General, Duque de la Victoria, es Regente del reino. Son años convulsos en la política española y en 1843 se le priva a Espartero de todos sus títulos y grados y se ve obligado a marchar a Inglaterra. El joven Luciano Murrieta va con él. Es allí, en Londres, donde Luciano se va aficionando a los temas agrícolas y a los excelentes vinos de Burdeos que llegaban a la isla. Incluso realiza un viaje a conocer las regiones de Saint-Émilion, Graves, el Médoc, Sauternes… sus vinos y sus bodegas.

En 1848 Espartero vuelve del exilio y con él nuevamente Luciano, plenamente convencido ya de querer elaborar en España vinos como los que ha conocido en sus viajes por Burdeos, suaves y aterciopelados, muy diferentes a los vinos comunes que se bebían entonces en España.

Se instalan en Logroño, cuna de la familia política de Espartero. Son ricos terratenientes que aún se han enriquecido más después de las sucesivas desamortizaciones de las propiedades de la iglesia, sobre todo con la de Mendizábal. Como solía y suele pasar, los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres. Dueños de numerosas tierras, viñedos y bodegas, ponen a disposición de Luciano todo lo que necesita para empezar a elaborar vino. Regresa entonces a Burdeos para verificar algunas ideas y comprar todo lo que en España no podía encontrar, por ejemplo, barricas y tinas de roble que encarga a un conocido tonelero bordelés, así como botellas de vidrio y corchos. En Rioja pocos se acuerdan ya de los métodos introducidos por Manuel Quintano y de nuevo sólo se elabora vino joven con una vida muy corta, pues a partir del verano se avinagran. Ni que decir tiene si se trata de enviarlo en largos viajes al extranjero. En Burdeos Luciano toma buena nota del sistema de elaboración, como setenta y cinco años atrás hiciera el alavés (ver vida de Manuel Quintano).

 

La mayor parte de los viñedos de los que dispuso eran de tempranillo. Unas treinta mil cepas. La primera añada que elabora es la de 1849, repitiendo en 1850 con mayor producción viendo que el vino de la anterior añada mejoraba mucho en barrica después de los oportunos trasiegos y clarificados. Estas primeras añadas se elaboraron en la bodega conocida como Duque de la Victoria, y como tal se etiquetaron las primeras botellas que se elaboraron al estilo “Burdeos”.

En 1850 una terrible enfermedad asola los viñedos de media Europa. En España, entrando por Portugal, acaba con las cosechas de las regiones más húmedas de Galicia. Uno de los países más perjudicados por esta nueva y desconocida plaga es Francia. Como consecuencia de ello compra más de sesenta y dos millones de litros de vino a España durante varios años. Los vinos de Rioja, por cercanía con Francia, son los más beneficiados, viviéndose una espectacular edad de oro en los viñedos riojanos. Lo que parece una oportunidad única a la larga se convierte en un problema, ya que aprovechando esta “fiebre” se desata el cultivo de la vid con nuevas plantaciones, unas en terrenos adecuados y otras en terrenos demasiado fértiles más apropiadas para otro tipo de cultivos. Pero de momento todo vale, mientras Francia siga comprando, y a buen precio, todo el vino que se pueda llegar a producir en Rioja.

La enfermedad dicen que ha llegado de América parasitando otras plantas. Recibe el nombre de Oidium y durante muchos años trae en jaque a los viticultores de toda Europa.

En 1851 Luciano Murrieta realiza su primera exportación de los nuevos Riojas en pequeños barriles de roble que esta vez ha fabricado un tonelero de Bilbao. Pequeñas barricas de unos 72 litros cada una. Embarcan con destino a Cuba y México. Los destinados al puerto de La Habana llegan sin problemas obteniendo mucho éxito y causando sorpresa, porque nadie esperaba un vino tan bueno de procedencia española. Lamentablemente el barco que zarpó con destino a Veracruz naufraga cerca del puerto al desatarse un terrible temporal.

Mientras tanto, Luciano Murrieta sigue elaborando vino al nuevo estilo y comprobando que el vino que se había guardado embotellado para consumo personal de su primera añada (1849) va mejorando con los años en botella, lo cual también es una novedad importante.

Cada año que pasa Francia compra más vino que el anterior y los precios se disparan. De 0,37 reales el litro se pasa a 1,25 reales. El Oidium, un hongo parasito, ha hecho descender tanto las cosechas en el país vecino que los comerciantes franceses tratando de mantener sus mercados siguen comprando todo el vino que pueden en España e Italia.

Tarde o temprano tenía que llegar y en 1855 aparecen por primera vez síntomas de Oidium en los viñedos riojanos. Sin saber qué hacer para controlar la nueva enfermedad la cosecha desciende alarmantemente año tras año. Se prueba todo tipo de remedios, incluyendo el agua bendita, sin ningún tipo de resultados. Tendrán que ser los franceses los que encuentren el remedio, que no es otro que la aplicación de azufre en el viñedo. Poco a poco las cosechas vuelven a la normalidad.

(Como curiosidad, para que nos hagamos una idea de la diferencia que ya había entonces entre los vinos franceses y los españoles, en ese mismo año, en 1855, se realiza la primera clasificación de los pagos franceses por Crus entre aproximadamente tres mil châteaux.)

En 1859 preside la Diputación Foral de Álava Don Pedro de Egaña, gran amante del vino, conocedor de los vinos de Luciano Murrieta y de las memorias de Manuel Quintano. Es precisamente él quien muy interesado en los nuevos métodos de elaboración decide importar cepas francesas. Llegan a La Rioja entonces diez mil sarmientos de Cabernet Sauvignon, Pinot Noir, Riesling y Semillón. Además, desde la Escuela Práctica de Agricultura de Álava se decide contratar a Jean Pineau que llevaba años trabajando en “Chateau Lanessan” en el Medoc francés, para venir a España a enseñar a los bodegueros alaveses los métodos de elaboración franceses.

En 1860 debido a la larga enfermedad de su madre, Luciano abandona el ejército y se dedica, a caballo entre Madrid y Logroño, a cuidar a su madre y a seguir elaborando grandes vinos.

Hasta 1862 Jean Pineau no llegaría a España. Se instala en Laguardia, Rioja Alavesa. Se compran barricas de roble en Burdeos y Bilbao y se reparten entre algunos bodegueros locales (Marqués de Riscal en Elciego, Manuel de Gortázar en Laguardia, Jose María Olano en Samaniego. Francisco Paternina en Labastida, etc..)

Estos bodegueros se comprometen a seguir con todo rigor los consejos del francés y así mismo servir de modelo a otros viticultores de la zona. Empiezan a elaborar entonces vinos de más calidad siguiendo el método francés, que ya Luciano llevaba años utilizando y años atrás, Manuel Quintano.

En 1863 se detecta por primera vez en Gard, Francia, la presencia de unos pequeños insectos capaces de acabar con el viñedo. Poco a poco la plaga avanza por los campos de Europa asolando cepas sin que se encuentre una solución para detenerlos. En pocos años en Francia se reduce en más de un millón y medio el número de hectáreas de viñedo. El gobierno francés para tratar de mantener los mercados prácticamente anula los impuestos de aduanas a los vinos extranjeros, por lo que vuelve a vivirse una nueva edad de oro en los viñedos españoles, de momento libres de la plaga a la que se dió nombre de Filoxera. Es un diminuto insecto procedente de América que al parecer ha llegado hasta Inglaterra en las raíces de algunos árboles y arbustos y ha encontrado en la vid europea un extraordinario método para propagarse.

Mientras tanto en España, en 1864 comienza a funcionar la línea de ferrocarril Castejón – Bilbao, por lo que los vinos de Rioja tienen ya una pronta y económica salida a los mercados del norte y a sus puertos. En esos momentos lo que más interesa es mandar los vinos a Francia, que compra tanto vino con “crianza” como vino joven… En las localidades de Alfaro, Calahorra, Logroño, Cenicero y Haro puede cargarse vino en los trenes, por lo que estas ciudades y las bodegas de su entorno viven un gran momento.

Ese mismo año se presentan en la exposición Vinícola de Bayona sesenta y dos vinos de Rioja Alavesa elaborados por el que pasa a conocerse popularmente como “método Medoc”. Dos años después, en 1866 llegan los primeros premios para los vinos de Rioja. El vino Marqués de Riscal recibe su primera medalla de plata y los señores Cortazar y Olano sendas medallas de bronce por sus vinos.

Como ya pasó medio siglo antes con Manuel Quintano, muchos cosecheros critican la intrusión de métodos extranjeros y consiguen que Don Pedro de Egaña abandone su cargo en la Diputación. Con la Filoxera asolando Francia no merece la pena tomarse muchas molestias elaborando vino porque todo se vende. Nadie piensa en el futuro. Sólo unos pocos siguen elaborando vino de crianza. Jean Pineau sin el padrino que le trajo a Rioja abandona su puesto y es contratado para trabajar en la Bodega del Marqués de Riscal.

En 1867 la Filoxera aparece por primera vez en Portugal. Para entonces los franceses parecen haber encontrado la solución a la nueva plaga injertando sus cepas en la raíz de viña salvaje que traen desde América y que ya empiezan a multiplicar en los viveros. Al parecer esta raíz tiene la corteza mucho más gruesa y el insecto no es capaz de atravesarla, por lo que no alcanza la savia para alimentarse y no seca la cepa.

Los siguientes años, mientras los viñedos franceses se recuperan, siguen aumentado las ventas de vino español.

En 1870 Luciano Murrieta empieza a construir junto al cerro de “Juanito Borrejo” su propia bodega, en la Finca Ygay. Está más cerca que nunca de su sueño.

Como ya ocurrió veinte años antes, es tal la demanda de los vinos de Rioja que nuevamente vuelven a plantarse viñas indiscriminadamente, pasando muchos pueblos al monocultivo.

En 1872 una nueva enfermedad llegada de América aparece en Europa y esta vez sorprende a España entera en el mes de Junio. En pocos días acaba con miles de hectáreas de viñedo que no volvieron a dar frutos. Al parecer la enfermedad se propaga con especial virulencia cuando las condiciones climáticas son de elevada humedad y calor. Unas condiciones que se dan en Rioja, pero a pesar de ello la región durante los primeros años se libra de esta terrible plaga a la que bautizan como “Mildew” (mildiu).

Para entonces Luciano Murrieta ha construido el Chateau Ygay al más puro estilo bordelés, integrando la casa y bodega entre las viñas. Además cuanta con el suficiente terreno en reserva por si las cosas van bien dedicarlo a plantar viñas. De momento lo dedica a otros cultivos: olivos, almendros, frutales… lejos de la fiebre que lleva a otros a plantar viñas por doquier.

Además, el nuevo rey, Amadeo de Saboya, concede a Luciano en reconocimiento a sus muchos méritos en la elaboración de los nuevos vinos de Rioja el título de Marqués; Marqués de Murrieta. Los primeros vinos salen al mercado etiquetados como “Chateau Ygay”, aunque después Luciano añade el título definitivo de “Marqués de Murrieta Ygay”, con lo que aprecia que aumentan las ventas y empiezan a consumirse sus vinos en las más selectas mesas de España y Europa. Parece ser que ya entonces era importante el “marketing”.

Mientras tanto, como todo el vino que se produce en La Rioja se vende, se prima la producción frente a la calidad, y las castas francesas que se habían plantado, como la Cabernet Sauvignon, de mucho menos rendimiento que el tempranillo, son injertadas con este último. Estas viñas foráneas contaban también con la desventaja de necesitar más años para mostrar su auténtico potencial y necesitan también más tiempo de barrica para pulirse, pero viendo el dinero fácil nadie tiene la paciencia suficiente.

Durante esos años se construyen nuevas bodegas. El Marqués de Riscal levanta su nueva bodega. En Haro, Don Rafael López Heredia y Landeta, natural de Santiago de Chile, compra una cantera en el barrio de la estación y construye su propia bodega con la misma piedra que va sacando de la explotación. Además excavan un calado a quince metros de profundidad para criar el vino. Estamos en 1877.

En 1878 se celebró en Paris la Exposición Universal en la que destacó una impresionante torre de hierro diseñada por Eiffel y donde Luciano obtuvo una medalla de oro, dos de plata y una mención honorífica con sus nuevos vinos “Marqués de Murrieta Ygay”. Ese mismo año la filoxera llega a Italia y la compra de vino por parte de los franceses a España alcanza su punto más alto.

Ese mismo año se crea en La Rioja la “Comisión Provincial de Defensa contra la Filoxera”. Viendo que la plaga se extiende y en previsión de que tarde o temprano llegará a la comunidad se crea dicha comisión para mantener un fondo económico que permita afrontar con garantías la protección del viñedo contra la enfermedad. Muchos pueblos incluidos en la comisión con los años dejan de pagar las cuotas establecidas.

Es tal el auge de los vinos de Rioja que siguen apareciendo nuevas bodegas. En Haro, los hermanos bilbaínos Real de Asúa e Ibarreta junto al riojano Isidoro Corcuera del Campo fundan una bodega en el barrio de la estación con el nombre de “Corcuera Real de Asúa y Compañía”, que tres años después pasaría a llamarse “Compañía Vinícola del Norte de España”, CVNE.

Es tal la venta de vino a las regiones francesas que prácticamente en todos los municipios del partido judicial de Haro hay comisionados franceses que se encargan de comprar cosechas enteras y enviarlas por ferrocarril a Francia. No obstante, poco a poco, los viñedos del país vecino van recuperándose y paulatinamente tendrán que ir descendiendo las compras de vino a España.

En 1886 el mildiu aparece por primera vez en Rioja afectando gravemente a las cosechas.  La producción bajó, los salarios se redujeron y el precio del vino se disparó a pesar de que ya habían bajado las ventas a Francia. Conociendo por los franceses que el sulfato de cobre era un buen remedio contra esta enfermedad, poco a poco en los años sucesivos se va controlando la plaga.

Y con el auge de los grandes vinos siguen surgiendo nuevas bodegas: Bodegas Martínez Bujanda (1889), Bodegas Riojanas (1890) fundada por el catalán Rafael Carreras picó, Rioja Alta (1890) en Haro, Bodegas Franco Españolas (1890) fundada por alguno de los franceses que vinieron a asesorar a bodegas locales y finalmente establecieron aquí su residencia comprando viñedos y bodegas.

En 1892 se inaugura en Haro la Estación Enológica, consolidando la localidad como la auténtica capital vinícola de La Rioja.

Durante los siguientes años sigue el goteo incesante de creación de nuevas bodegas: Carlos Serres en Haro (1896), fundada precisamente por los franceses Carlos Serres y Cipriano Roig Federico Paternina en Ollauri (1896) con un espectacular calado de crianza con capacidad para mil barricas.

1897. El cerco se estrecha alrededor de los viñedos riojanos. La filoxera ataca los viñedos navarros.

 ...

Y así, con la terrible plaga acercándose a los viñedos riojanos, dejamos por el momento esta historia. Nuevamente tengo que dar las gracias a Adolfo Soto por toda la información que ha ido recopilando de dos de sus grandes pasiones: la Historia y el vino.

 

Raúl Bello Rodríguez.

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  1. #1

    Goxo Goxo

    Gracias por contarnos cosas sobre los inicios de laenología en Rioja, realmente interesante.
    Un saludo

  2. #2

    Riaul

    en respuesta a Goxo Goxo
    Ver mensaje de Goxo Goxo

    Gracias a ti. Sí te Interesa al final del artículo aparecen dos enlaces sobre Luciano Murrieta y Jean Pineau . Saludos

  3. #3

    Goxo Goxo

    en respuesta a Riaul
    Ver mensaje de Riaul

    Ya he estado trasteando con ellos.
    Gracias.
    Un saludo

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