Gota a gota en Verema

Tarde de Toros

Usar ciertas vías en la ciudad de México, un viernes a medio día, puede resultar en la mayoría de los casos una mala idea, además de permanecer encapsulado por varías horas en ese torrente caótico que provoca que los capitalinos estén gran parte de sus vidas frente a un volante, moviéndose más lento que si lo hicieran caminando. Razón suficiente para que nuestros planes tomarán un giro vertiginoso. La cita era con un amigo en el norte, una de las zonas de oficinas y departamentos más caros de la ciudad. Santa Fe. En un edificio que ya le han dado los capitalinos el nombre de El Pantalón, por un arco de gran altura que compone su singular geometría. Allí se encuentra uno de los restaurantes de moda; Puerto Madero.

Carlos y Gabriel venían encapsulados en el Periférico junto conmigo... después de una hora decidimos arrojar el ancla y bajarnos del coche para entrar a un restaurante en el sur. Viña Gourmet. Mi querido amigo y compadre tuvo que comer solo, ante la negativa de acompañarnos en este otro lado de la ciudad.

Viña Gourmet es uno de mis restaurantes preferidos, sin tomar en cuenta la ubicación del sanitario y la estrechez de su espacio, además de estar frente a la cocina... Salvados esos obstaculos la comida es buena, los vinos también y el trato del dueño es más que afable, además de que siempre tiene alguna novedad en vinos que me da a probar. En esta ocasión colocó un dispositivo de forma cónica en el pico de la botella, para servir y oxigenar el vino. Dada mi poca paciencia con estos artilugios, además de tener que esperar que el vino se vertiera en la copa, más lento de lo habitual, le pedí cortesmente que no la colocara para la segunda botella.

Empezamos con una tabla de bellotero, queso manchego maduro y olivas. Tarde de Toros, en la que los tres estuvimos de acuerdo, haciendo su aparición el primero de la tarde; Liberalia Tres 2007. Un Toro para mí es un tempranillo, llamado por aquella región tinta de Toro, cuyos atuendos los ha cambiado por un par de cuernos para embestir, y es que la temperatura de la zona hace que los alcoholes vayan para arriba. En este caso es un Toro con 15% de alcohol, pero de poco extracto frutal, a medio recorrido se cae, no embiste aunque lo provoquen. Un Toro muy delgado y desenfocado. 

Por un momento se me olvidó que estaba en un restaurante, y me levanté de la mesa para ir por otra botella, y es que para mí un vino de más de $500 pesos (30€) es demasiado, pero como mencioné antes, se me olvido y tomé al toro por los cuernos, la segunda botella fue un Titán del Bendito 2007. Algo más aguerrido, de una bonita nariz de fruta negra madura con notas especiadas de pimienta negra y alguito de mineral. Todo muy bien sin pasar por alto que hay vinos del mismo precio que me pueden dejar mucho más satisfecho. La tarde se fue estirando y rematamos con una botella de cosecha tardía, que tardamos en escoger. Tabalí  Reserva 2009, algo diluido, sin la concentración de algunos coterráneos chilenos como el Errazuriz de savignon blanc. Por mi parte pedí un Ferreira 10 años, cuya porción era poco más grande que un dedal, gracias al buen trato y generosidad del personal, me volvieron a llenar la diminuta copa. Con una tablita de quesos y un expreso, maridó de maravilla. Así recargamos pilas para volver al tedioso tránsito urbano de viernes por la noche.

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