Blog de Álvaro Moreno

Piamonte. Barolo y Barbaresco 1ª Parte

Continuaba mi escapada por el Piamonte y lo mejor estaba aún por llegar, el principal pretexto para emprender rumbo a esta región era pisar alguno de los mejores viñedos del planeta vinícola y no perdí el escaso tiempo con el contaba comenzando por casualidad por el lugar idóneo para hacerlo, La Morra, el pueblo de mayor altitud de los 5 grandes que conforman la región de Barolo. Asomarme al balcón natural que encuentras en el centro de este pequeño pueblo fue mi primer contacto con esta región, una imagen de una plasticidad sobrecogedora, te das cuenta del reducido tamaño de la denominación de donde salen algunos de los mejores tintos de mundo. Los bellísimos viñedos que inundan el intenso oleaje de colinas verdes, ensortijadas, dan muestras de la complejidad, de la amplia variedad de elaboraciones que pueden surgir de ellos, con tal pluralidad de altitudes, exposiciones y orientaciones que dibujan.

                                                    

Fue un amor a primera vista, un flechazo. Más de uno pensará que soy un “flipao” y con razón, pero lo cierto es que desde el mismo instante en que alce la mirada sobre esa bella estampa cargada de historia y tradición, supe que me convertía en “Barolista”.

Tengo que reconocer que como seguidor del mundo del vino tenía olvidado al principal productor del mundo junto con Francia, apenas he profundizado en las elaboraciones de este país, creo que es un error ciertamente extendido entre el aficionado español, el desconocimiento y olvido de los vinos italianos en general. Lo cierto es que he viajado en varias ocasiones al país transalpino y me he preocupado por interesarme por los vinos elaborados allí donde he acudido, Toscana con sus Chianti, Brunelo de Montalcino o el Nobile de Motelpuciano, o en los alrededores de Verona los Valpolicella, Amarones,… pero sin embargo a penas había profundizado en los vinos que mayor repercusión internacional ostentan. No tuve tiempo de organizar visita alguna y difícilmente lo habría conseguido en domingo, pero lo cierto es que lo que más me apetecía era pisar viñedo, es un sentimiento similar al que tienes cuando visitas Borgoña, ciertamente son dos regiones vinícolas con gran semejanza, con personalidades distintas y claramente definidas pero que comparten ciertos símiles que las hacen hermanarse y convertirse en zonas de culto para el enófilo. En ambos territorios es común que el elaborador sea a su vez el que trabaja la viña, éstas han pasado de generación en generación, las bodegas no son de grandes dimensiones ni ornamentación ostentosa, y sobre todo se da una especial importancia al terroir, hay una larga tradición por resaltar y diferenciar las características particulares de los mejores viñedos (o cru) de la región y de los vinos que de ellos se extraen.

                                                 

Comenzando por La Morra, no podía sino iniciar mi recorrido asomándome al productor que sin duda más ha escalado en los últimos años, pasándose a convertir en solo 20 años en uno de los grandes, para algunos el que más, Roberto Voerzio. Voerzio es por encima de todo un apasionado del mundo del vino que tiene muy claro que el vino se hace en la viña y por ello pone el acento de su actividad en la perfección en el trabajo en el campo. Decidí por ello comenzar por pisar los 3 pagos históricos quizás con más fama de todo este pequeño municipio a cuyo enaltecimiento sin duda alguna ha contribuido Voerzio. La Serra, Brunate y Cerequio, todos se encuentran saliendo del casco urbano, descendiendo en dirección al pueblo de Barolo. Primero te encuentras con La Serra y Brunante, con orientación sur-sureste, la primera encima del segundo, con mayor altitud por tanto. Siguiendo el estrecho camino cuesta abajo llegamos hasta Cerequio, el de menor altitud de los tres y quizás a la vista con las viñas más jóvenes.

En las tres viñas se puede observar los suelos arcillosos que los componen, que impregnan las botas con un barrillo blanquecino. El sistema de poda que utiliza Voerzio y la mayoría de los productores de la región es el Guyot simple. Llamativo es también la gran vegetación que encuentras en la viña a estas alturas del año, con una tupida cubierta vegetal, que según me comentaron en la zona es necesaria para compensar la intensa fertilidad que existe en estas latitudes.

Descendiendo entre algunos de los más emblemáticos viñedos de la región llegamos hasta el pueblo de Barolo, que da nombre y se erige en la capital de esta afamada denominación. Se trata de un pequeño pueblo de origen medieval de bella estampa, escondido al cobijo de las colinas, en el que destaca su castillo que alberga la Enoteca Regional de Barolo y el Museo Etnográfico.

                                            

Quizás sea el pueblo con más elaboradores de los llamados tradicionalistas, con grandes referencias como Giuseppe Rinaldi o Bartolo Macarello, pero también con productores que en las últimas décadas se han consolidado como uno de los grandes como es el caso de Luciano Sandrone, siendo digamos un nexo entre clasicismo y el modernismo. Hasta su nueva bodega nos acerquemos justo en enfrente, del más afamado de los Cru de este municipio, Cannubi, será éste quizás uno de los viñedos si no el que más, fama de siglos de antigüedad tiene. Se trata de una colina de pendiente suave que encontramos en la margen derecha de la carrera vieja que lleva de Alba a Barolo. No estando dotado de una gran plasticidad, de él surgen algunos de los mejores vinos de la región.

Sarmassa es otro de los pagos históricos, que quizás ha saltado con fuerza al panorama internacional con la microelaboración que lleva a cabo Voerzio desde el año 98, se trata de un pago que linda con Cerequio y con Cannubi, que se encuentra escondido en un valle, con largas horas de exposición solar y cobijado del viento.

                                            

Quería hacer un breve inciso, en referencia a la curiosa conversación recurrente que mantuve con diferentes interlocutores en las escasas horas de estancia en la región, en la que se discutía entre las dos líneas de concebir la elaboración de la Nebbiolo, la tradicionalista y la moderna, la primera basada en las largas maceraciones  y prolongados periodos de envejecimiento en grandes toneles viejos, que suelen producir vinos para un consumo óptimo a algunos decenios vista de la añada de elaboración. Por el contrario los “modernistas” utilizan el acero inoxidable con temperaturas contraladas, con periodos de maceración mucho más cortos y barricas de menor tamaño, con menos años de edad. La opinión (posiblemente sesgada) que yo puede extraer es que en la variedad está el gusto, que todos deben ir de la mano de cara a seguir engrandeciendo y haciéndonos disfrutar de estos vinos con tantísimo potencial. Creo que el respeto a la tradición, a la historia del Barolo y Barbaresco es fundamental, pero con la premisa básica del trabajo en la viña, el introducir novedades que ayuden a resaltar las características de estos vinos, es algo totalmente enriquecedor, siempre y cuando ese aporte no se limite a la utilización masiva de madera nueva que enmascare la riqueza expresiva de la Nebbiolo.

  1. #1

    EuSaenz

    Yo también soy un Barolista convencido. Preciosas fotos, preciosos los viñedos. Si no fuera porque no bebo tintos en verano, esta noche me abriría un Bricco Sarmassa de Brezza, que ganas no me faltan...

    Un saludo,
    Eugenio.


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