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El Vino como Alimento

El vino es un alimento muy complejo. En su composición entran unos 2.000 integrantes y sólo sabemos la función de unos pocos. Del agua y del alcohol, por supuesto, del glecerol y de los ácidos málico, tartárico, láctico y succínico, de las vitamina B-6, de la riboflavina, del ácido fólico, del calcio, del hierro, del magnesio y el cinc, del sodio y el potasio, de los azúcares reductores y de algunos polefenoles, pero todavía desconocemos la actuación de muchos componenetes y curiosamente, según se van descubriendo, van contribuyendo a mejorar la imagen del vino, porque a todos ellos se les encuentran propiedades positivas.

CALORIAS

Siempre ha sido un alimento el vino. En algunos momentos fue el vehículo de un importante aporte de calorías, hasta un 25% de la ingesta de los hombres adultos. Se bebía y se comía, mojando el pan, formando parte de postre y siendo componente habitual de muchos platos de nuestra cocina, pero hasta la Ley del Vino del año 2003, no se ha considerado oficialmente al vino como un alimento.

Neftalí Isasi fue en gran parte responsable de que se tomara esta decisión, de que la legislación se acercase a la realidad y de que lo que ya era el sentir general pasase a ser una verdad legal.

El vino es un alimento natural, porque en su composición sólo intervienen las uvas como ingredientes y multitud de microorganismos, que van a transformar unos componentes en otros, a través de la fermentación.

El resultado es un producto muy complejo, al que algunos han llegado a considerar un alimento funcional, porque no sólo aporta nutrientes ya que también tienen componentes a los que se les ha demostrado un efecto beneficioso para la salud, al prevenir, disminuir o retrasar determinados procesos patológicos. No es el momento de hablar de ello, pero ya nadie duda de los beneficios del resveratrol y de algunos antioxidantes. Tiene el vino unos importantes efectos que afectan muy directamente a la alimentación, porque actúa como estimulante de la segregación de los jugos gástricos y tiene la facultad de aumentar el peristaltismo y en consecuencia de facilitar la digestión. Es cierto que no es un alimento esencial. Se puede vivir perfectamente sin beber vino, pero la realidad es que ningún alimento es imprescindible. Ha sido siempre un alimento muy respetado, muy preciado y, quizá eso, hay cantidad de alabanzas y de sentencias que aluden a sus ventajas, aunque casi siempre con la importantísima apostilla de que debe consumirse moderadamente. Un ejemplo tomado del “Eclesiastes”: “¿Qué es la vida de a quien le falta el vino, que ha sido creado para contento de los hombres? Regocijo del corazón y contento del alma es el vino bebido a tiempo y con medida”. Y ahora una cita científica, nada menos que de Pasteur, que consideró al vino “la más higiénica de las bebidas”. El vino tiene nutrientes importantes y discernir si alguno de sus componentes actúa como fármaco o como alimento, es poco práctico, porque nada menos que Hipócrates hizo una alusión a la debilísima frontera que separa a unos y a otros. La profesora De La Torre Boronat es una ferviente defensora de la consideración del vino como alimento. Creo que tiene mucha razón, pero, lo verdaderamente importante es que sepamos valorar las muchas facetas de este producto y los variados efectos positivos que tiene, cuando se bebe adecuadamente, para mejorar nuestra salud, para nuestra alimentación y para hacernos la vida más agradable. Para terminar, una reflexión sobre la dieta mediterránea, que sin vino “es mucho más dieta y ... menos mediterránea”.


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